La protagonista de la ópera “Lulú” de Alban Berg, es el prototipo de la mujer perversa y fatal. En el prólogo, Lulú es descrita como “criatura del mal” que goza seduciendo a los hombres para luego obligarlos a cometer toda clase de crímenes y bajezas.
Su infame carrera de vicios y pecados, eventualmente llevan a la insólita mujer hasta Londres. En esa ciudad, Lulú se encuentra acompañada por una corte de pintorescos seguidores, entre los cuales está la Condesa Geschwitz, su amante lesbiana.
Una noche húmeda y brumosa, las dos mujeres salen a buscar clientes en las calles, pues han tomado la prostitución como medio de vida. Tras mucho deambular, Lulú divisa a un elegante personaje que espera inmóvil en las sombras. Viendo allí un prospecto lucrativo, Se dirige hacia él y tras una breve conversación, ambos desaparecen en la bruma londinense. Se escucha un grito desgarrador y la Condesa corre hacia el sitio de dónde provino. Allí ve cómo el hombre termina de acuchillar a Lulú y al tratar de defenderla, encuentra también la muerte a manos del más feroz de los asesinos: Jack the Ripper, o Jack el Destripador.
Tanto Lulú como la Condesa son personajes ficticios por supuesto. No así su asesino que era terriblemente real. Fue tanta su fama y su apodo tan conocido por toda Europa a fines del siglo pasado, que Alban Berg decidió incorporarlo en su ópera como símbolo del Ángel de la Muerte que castigaba a la infame pecadora.