Gente que Cuenta

País de tuertos, por Victorino Muñoz

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Mario Sironi,
Líder a caballo, 1934-1935

Se piensa que es tan importante el liderazgo que hasta se estudia: clases de líderes, su discurso, ese incierto concepto que llaman carisma. Y a menudo se citan ejemplos sobre situaciones que a lo largo de la historia se han logrado gracias a que un hombre estuvo a la cabeza: Julio César, Napoleón, Bolívar, Gandhi, Mandela, Martin Luther King. Respeto a unos pocos de estos como personas o como pensadores, pero a muchos los aborrezco porque llevaron a gente a la muerte.

A cada uno de esos ejemplos históricos yo contrapongo otros tantos logros humanos en los que no hubo necesidad de guías. Después de todo, ¿quién fue el líder en la consolidación de la civilización humana, en el perfeccionamiento del lenguaje o en el desarrollo de la agricultura, y pare usted de contar? No sabemos o no importa; a lo mejor, si hubo un líder, su nombre se ha olvidado, como él acaso hubiera querido.

A mí no me llama la atención ser un líder; no quiero que me sigan. Pero por otro lado, tampoco reconozco a nadie como mi líder. De tal manera y por tal suerte, he tendido a tener tratos con personas que son mis iguales o a quienes decido ver como tales, y de quienes espero lo mismo; aunque estoy seguro de que a muchos no les ha resultado agradable (hasta me lo dijeron una vez: no respeto ni reconozco jerarquías).

En suma, si algo está sobrevalorado en este mundo es el liderazgo. Es que o los líderes se sobrevaloran o las personas se hacen creer a sí mismas que no hubieran hecho algo sin las palabras del otro. Y a menudo lo único que hace el líder por ellos es decirles algunas frases sueltas; aunque no siempre se las dice directamente.

Por supuesto, este cree que sin su palabra los demás no obran. Si alguien me dijera que hay un estudio en el que se demuestra que las gallinas ponen más huevos si escuchan la voz del amo, me daría igual. Después de todo, las personas no ponen huevos y no deberían actuar como gallinas.

Y sigo creyendo que perfectamente podemos o deberíamos remar en un bote sin que haya alguien gritando con un megáfono. Lo peor es que el que grita no rema. Quizás los líderes existen a causa de la indecisión de la gente para hacer lo que debe o lo que le corresponde por derecho. Lamentablemente.

Y si piensan que soy muy severo al poner en tela de juicio el valor de los líderes, les recuerdo que muy fácilmente el liderazgo degenera en despotismo. Si no me creen, bueno, sigan a quien quieran y más suerte en la próxima vida.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de Olímpicos e integrados, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y Página Roja, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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