El 17 de abril de 1981 a las 3:43 de la tarde, de una primaveral tarde parisina, Julio Cortázar y Carlos Cruz Diez se están echando palos en compañía de otros amigos en la Rue Savignon número 17.
Cruz Diez le está echando el cuento a Julio de La Sayona. El manganzón argentino escucha maravillado. Quizás esa voz de niño de Carlos Cruz Diez le imprime más dramatismo a la narración.
Una mujer muy joven le sirve a Carlos Cruz Diez otro guamazo de ron que éste saborea como si fuese el último. Cortázar no toma en ese momento, no quiere salirse de concentración.
No puede creer lo que está escuchando acerca de aquella extraña aparecida venezolana.
Al llegar a casa se sentará frente a la máquina de escribir para hacernos un regalo que todavía no sabemos dónde está. Recordemos que todo manuscrito en algún momento aparece.