Gente que Cuenta

Pepito: un caimán en el Cabriales – Victorino Muñoz

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…la boca se mostraba abierta, amenazante y erizada de colmillos

Varias veces lo vi, en una pequeña playa del río Cabriales, cerca de un pozo profundo que se forma al pie de un mijao, en la entrada sur del Parque de los muchos nombres, donde voy a correr casi todos los días: lo llaman Negra Hipólita, Fernando Peñalver y también Juan Cuchara.

No era un animal pequeño, de esos que llaman babas; era un caimán de más de tres metros de largo, desde la punta de la cola hasta la boca, que se mostraba abierta, amenazante y erizada de colmillos. No, no me acerqué a medir; simplemente me he conformado con saber este dato de otras fuentes (y no lo iba a poner en duda sólo por necedad).

Pepito lo llamaron y tenía su tiempo allí, alimentándose presumiblemente de los otros animales que conforman la fauna del parque: esos roedores comúnmente apodados picures; de las garzas, tal vez de alguna ardilla y una que otra iguana que caía al río, cuando desgraciadamente se rompía la rama en la que caminaba (esto observé un día).

Pepito vivía tranquilamente allí, sin molestar a nadie y, lo mejor, sin que nadie lo molestara. Hasta que se vino una crecida del río y comenzó la preocupación: Pepito ya no estaba dentro de los límites del parque; ¿adónde fue a parar?

Comenzaron los avistamientos, que eran como los de los Ovnis. Todo el mundo aseguraba haberlo visto: en el puente de la avenida Michelena, más allá del antiguo terminal de autobuses de la ciudad, o un poco más acá.

Personal del Ministerio de Ambiente y otros organismos se dieron a la tarea de rastrear y luego rescatar a Pepito. Lo de rescatar no es un eufemismo, ya que en el sitio donde se finalmente se le encontró, se había hecho costumbre entre los habitantes el lanzarle piedras al pobre animal.

Pepito fue atado y llevado en andas sobre algo que era como una camilla de madera. En el momento se supo un dato que no sabíamos: era Pepita y no Pepito. Sin embargo, todos seguimos llamándolo igual. ¿Se sentiría confundida por ello? No lo sé.

El caimán fue llevado a su hábitat natural, en el río Apure, para que conviviera con los de su especie. Sin embargo, es oportuno señalar que el caimán está amenazado, y que dicho hábitat bien puede ser el suyo, pero no es nada seguro.

Han pasado ya diez años de ese momento, aún y sigo recordando a este emblemático animal del parque, con algunas preguntas en mi cabeza: ¿Cómo fue que llegó al Cabriales un caimán del Orinoco? ¿Vivirá aún Pepita? ¿Habrá tenido descendencia? ¿Se sentirá mejor en el sitio donde la llevaron?

¿Extrañaría los días, cuando era la única de su especie y reinó, como el máximo depredador? Es una paradoja su gesta, como la del humano: ser la única y estar a salvo, o estar con otros como ella y ser una más, pero amenazada; he allí el dilema. ¿Suspiran, acaso los caimanes?

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de Olímpicos e integrados, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y Página Roja, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
Foto Geczain Tovar

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