Gente que Cuenta

Perdón póstumo,
por Victorino Muñoz

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Fred Yates (1922-2008)
Campos del perdón, s/f

Después de las consabidas fórmulas para dar el pésame a los familiares o expresar el dolor por la pérdida, además de las frases que quieren parecer profundas, irónicas o chistosas (“solo se nos adelantó”, “para allá vamos todos”, “nos vemos pronto”, etc.), entre las cosas que más se escuchan en un funeral se encuentra la palabra perdón, esta vez dirigida a la persona fallecida.

Por lo común tal solicitud de clemencia proviene de las personas más allegadas, y suele venir acompañada de verdaderas demostraciones de pesar. Aclaro que, a diferencia de lo que hago habitualmente en mis escritos, estoy hablando con total seriedad, sin un asomo de burla o sarcasmo.

Pese a que no soy muy solemne, respeto la memoria de las personas fallecidas y a sus familiares. Por eso, aunque a veces no me quede más remedio, no me gusta mucho ir a funerales; y es que hay a quienes les da por bromear o por beber y cosas peores durante dichos actos. Y yo de verdad que eso no lo comparto.

Volviendo al tema del que hablo, en estos momentos difíciles, en que la persona comienza su tránsito hacia donde sea que vayamos después, suponiendo que hay tal lugar, algunos deudos, como se les llama, piden perdón por las molestias ocasionadas, por las desavenencias ocurridas y las tantas peleas que hubo.

Para mí este es un momento desgarrador, doloroso. Y como me pongo y me he puesto en el lugar de ellos, es que tengo por costumbre no almacenar rencores ni enfurecerme por mucho rato. Uno no sabe cuánto tiempo va a estar aquí, o si ya le toca partir a alguien con quien nos hemos molestado.

Por eso, procuro mantener al día mis asuntos. Pedir disculpas si en algo he fallado. Perdonar u olvidar, si pienso que me han ofendido. De antemano busco explicaciones o excusas para el otro. Y ya. Borrón y letra nueva. La vida sigue por cierto tiempo, hasta que toca partir.

Mejor hacerlo con las cuentas claras. Así me voy a dormir todos los días, pensando que si mañana no estaré yo o no estará alguien cercano, no habrá necesidad de pedir perdón. Y es que esperar hasta ese momento póstumo es un sinsentido: nadie va a escucharnos. Mejor hablar ahora, que callar para siempre, con el arrepentimiento a cuestas.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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