Gente que Cuenta

Primero muerto, que sencillo – Luis Alfonzo

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El suicida, de Édouard Manet
REalizado entre 1877 y 1881

Aunque la avasallante epidemia de la COVID-19 luce ante la opinión pública como el peor de los males que comprometen la salud colectiva, este grave problema, con sus sucesivas oleadas y mutaciones, no constituye la mayor amenaza a la salud pública que enfrentan las actuales generaciones.

El villano protagonista y principal contribuyente a la carga de enfermedad, es decir, el causante de la mayor cantidad de años potenciales de vida perdidos por muerte prematura y de años vividos con discapacidad, es un trastorno mental, la depresión.

El trastorno depresivo, además de estar implicado de manera directa en las conductas suicidas, incide de manera importante en otros problemas de la conducta, como el abuso de sustancias, pero sobre todo en un gran número de enfermedades crónicas, como las enfermedades cardiovasculares y metabólicas, e incluso, en el funcionamiento del sistema inmunitario, ya sea como factor agravante de procesos autoinmunes, o también, como coadyuvante de variadas infecciones.

El auge de la investigación en el campo de las neurociencias, especialmente a finales del siglo XX, ha permitido dilucidar los mecanismos biológicos que subyacen en los trastornos depresivos, al mismo tiempo que, le ha abierto el camino a la búsqueda de recursos terapéuticos, farmacológicos o de otra índole, probadamente eficaces, y que permiten ofrecer un panorama mas alentador a quienes sufren de esta grave enfermedad, crónica y recurrente.

Sin embargo, uno de los principales obstáculos que interfieren con las posibilidades de mejoría y curación de las personas deprimidas, lo constituye el hecho de que el problema depresivo suele ser calificado por quien lo padece y por quienes le rodean, como un signo de debilidad, incluso atribuyéndole al deprimido la responsabilidad, la culpa, de lo que le aqueja. Al mismo tiempo, a esta supuesta debilidad de carácter y falta de voluntad para salir del problema, se le suma la consideración del tratamiento como otra expresión de incapacidad y dependencia.

Por estas razones, no resulta para nada extraño, que las personas aquejadas de depresión asuman comportamientos alternos, aunque también disfuncionales, para enmascarar su padecimiento: irritabilidad y mal humor, ansiedad, preocupación por problemas físicos inespecíficos. Con ello, solo consiguen retrasar el tratamiento y agravar las secuelas de la depresión, que si no se atiende adecuadamente y a tiempo, pueden ser varias, entre ellas, el deterioro del funcionamiento general.

La depresión es un problema grave y las personas que la padecen, merecen el apoyo y la mejor atención posible. No son responsables, y en ningún modo culpables, de lo que les pasa. Hay tratamiento efectivo y es un error negárselo a si mismo, o a otros.

Primero sencillo, que muerto, o discapacitado.

Luis Alfonzo
Luis Alfonzo es médico psiquiatra, venezolano, quien ha transitado por la práctica clínica, la docencia y el desarrollo de políticas sobre salud mental y uso de sustancias.
alfonzoluis404@gmail.com

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