¿Cuándo fue la última vez que te recomendaron algo? A mí, dos segundos antes de que comenzara a escribir este texto. Prácticamente, dentro de las redes sociales o fuera de ellas, no hay un momento en que no reciba una recomendación, experta o inexperta, da igual.
A veces me quedo viendo algo, simplemente porque estoy segura de que al final me harán una recomendación con la intención de vender o no. La mayoría de las veces se trata de una venta. Y me da por saber, en el caso en que tuviese dinero suficiente, si compraría, me afiliaría o abriría alguna vez sus correos.
Acceder requiere una dedicación de tiempo y espacio que no tengo, además de que la mitad de las veces no me interesa.
La otra mitad, vamos a decir que pudiera interesarme, pero no es posible en este momento, porque piden dedicar un tiempo y espacio que no quiero o no puedo dar, como eso de volver mis redes sociales un eco de las de otra persona o empresa, sin que comparta objetivos con ella o que me comprometa a atender ocho horas al día llamadas para X servicio con el que no tengo nada que ver.
Siempre existió el marketing, pero, así como es una ventaja buscar entre un millón de ofertas, puede ser abrumador cuando ese millón de ofertas se te abalanza desde temprano.
Eso me lleva al segundo pensamiento inquietante. ¿Qué pasa con mis recomendaciones? Porque yo también las hago, especialmente cuando alguien me pregunta sobre plantas, periodismo, política, gatos, costura, niños en general e hijos en particular… uno puede hablar demasiado.
Resignémonos. Las tomarán como de quien venga. Donde las dan las toman. Así que no recomendemos mucho. Que hay demasiada oferta en el ambiente.
es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores.
lucygomezpontiluis@gmail.com