Cuando nuestro abuelo desarrolló la Enfermedad de Alzheimer, o el tío Juan tuvo aquel desafortunado accidente que lo dejó incapacitado y lleno de cicatrices… ¿No fueron estos casos de Metamorfosis?
Recurrir a lo absurdo para enfrentarnos a la realidad es un recurso que Kafka manejó magistralmente en su narración de La Metamorfosis.
En su obra, Gregorio Samsa, un joven como cualquier otro, vive con su padre, madre y hermana a los que mantiene con su trabajo. Un día, sin desearlo ni buscarlo, amanece convertido en un insecto gigante. Esto lo hace especial, y lo incapacita para el trabajo.
Sus relaciones con el entorno familiar cambian radicalmente, su hermana lo atiende, lo cuida y lo alimenta, pero su dedicación cambia al final. Gregorio se ve enfrentado al rechazo, el aislamiento y la soledad.
“El Abuelo”, el “tío Juan” y Gregorio Samsa sufrieron de una metamorfosis que los dejó improductivos, dependientes, y en algunos casos con un aspecto repulsivo.
Las respuestas que obtuvieron de su entorno fueron de rechazo y aislamiento. Esto es lo que los llevará a terminar sus días en soledad.
Todos somos diferentes, podemos elegir la forma de ser y estar. Muchas personas disfrutan su soledad o momentos de ella, cuando ésta ha sido producto de su decisión. Muy diferente es una soledad impuesta por los demás; entonces será dolorosa y devastadora para quien la sufra.
Aceptar y comprender los casos de “Metamorfosis” está en cada uno de nosotros, quienes, oportuno sea recordar, tampoco estamos exentos de sufrir de una en algún momento.
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