Gente que Cuenta

Sauces, por Lucy Gómez

Recuerdo haber visto un sauce llorón hace tiempo. No eran comunes, ni de los árboles más populares en mi ciudad, pero este arbolito joven, me llamó la atención por la caída de sus ramas. Era pequeño y gracioso el que vi, pero cuando alcanzan toda su altura estos sauces pueden llegar a doce metros y un primo del llorón como el sauce blanco, puede llegar a los veinte. Viven más o menos sesenta años.

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Vincent van Gogh
Jardín con sauce llorón (detalle)
1888

Es de los árboles más antiguos en la memoria humana, tema de poemas en la antigua Babilonia. También hay leyendas que ubican a Jesucristo, rezando debajo de uno de ellos en una de sus últimas noches en este mundo. Sus ramas caídas son emblema de la tristeza y la melancolía para muchos.

Pero para mí, no. En el sauce hay mucho más que historias tristes. Su corteza ha sido usada desde la antigüedad para sanar dolores. Crece en zonas húmedas donde se producían muchas fiebres intermitentes y la corteza del sauce las sanaba.

No fue hasta el siglo dieciocho cuando se descubrió que la corteza tiene un ingrediente activo que cura los efectos de la gripe y por ende el dolor de cabeza. El resto es historia: se aisló el salicilato de sodio y la Bayer patentó la aspirina, cuya base es el ácido acetilsalicílico, uno de los medicamentos más usados del mundo contra la gripe y el dolor.

Los antiguos tenían razón, el sauce cura. Y aunque ahora las aspirinas se producen industrialmente en base a reacciones químicas, las tisanas, los extractos y las infusiones de corteza de sauce siguen aliviando a miles de personas.

La corteza del sauce se parece a la canela y el árbol se encuentra en todo el mundo, especialmente en los países de clima templado de Asia, América, Europa y África. Para prepararse una jarra de té, de donde puedas beberte tres tazas, sólo necesitas triturar unos 20 gramos, alrededor de dos cucharadas y echarlas en un litro de agua caliente unos diez minutos. Sólo no se recomienda a los alérgicos a la aspirina. Y ahí no acaban sus virtudes.

Si siembras un sauce, evitas la erosión del suelo y por lo tanto la desertificación. Cuando crezca, dará sombra y cobijo a muchísimos animales. Ahora está ligado a la reducción de emisiones de efecto invernadero, porque además se le investiga como alimento para ovejas. Comer hojas de sauce hace que los emisiones de amoníaco y metano del ganado, los desechos de la digestión, bajen   treinta por ciento en la atmósfera, descontaminando el aire.

No es triste ni llorón, es fascinante.

Lucy Gómez e1647642232444
Lucy Gómez Periodista, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Fue jefe de redacción y de la sección política, de varios diarios de Caracas y Valencia, durante más de veinte años.
es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores.
lucygomezpontiluis@gmail.com

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