Gente que Cuenta

Semana de la patria,
por Getulio Bastardo

Vincent Van Gogh Atril press
Vincent Van Gogh,
Un par de zapatos, 1887

Durante los años cincuenta, el gobierno perezjimenista celebraba “La semana de la patria”, la cual incluía, además del desfile militar en Los Próceres, Caracas, desfiles escolares en todas las ciudades y pueblos del país.
A mí me tocó caminar ordenado en pareja desde la escuela en la calle Blanco Fombona en Ayacucho, hasta el estadio escolar en Santa Inés, límite con Valentín Valiente (Caigüire), en Cumaná, una distancia aproximada entre 4 o 5 kms.

Para la época, el uniforme de gala de la escuela consistía en un traje de tela gruesa, algo así como una gabardina, color beige, yo diría que amarillo, con botones dorados y un cordón también dorado terciado en el pecho, además de charreteras y corbata, una cinta igualmente dorada a lo largo del pantalón y una chaqueta corta al estilo torero. Todo un diseño fashion que ahora a la distancia creo que era un atuendo muy ostentoso.

Dos días antes del desfile mi familia se percató de que yo no tenía zapatos adecuados para la ocasión y ante esa circunstancia, le avisaron a mi padre, con quien no vivíamos, y este me hizo llegar un par de los modelos que él usaba, cerrados con elásticas a los lados que se estiraban haciendo que la boca se abriera para que el pie entrara. No dormí esa noche pensando en estrenar al día siguiente mi uniforme y mis zapatos nuevos.
Amaneció y comencé a vestirme, solo que no me pude poner los zapatos. Me habían traído un número similar al del año anterior sin tomar en cuenta que mi pie de escolar en constante crecimiento se negaba a entrar. Mi tío Oscar hizo cuestión de honor calzármelos y después de mucho batallar lo logró, por supuesto que me quedaron apretados.
Con el cuento de “esos estiran” me los hicieron poner y llevar para el desfile.
Desfilar más de 4 km de ida en una ciudad tropical, en julio caliente, a pleno sol, enfundado en un uniforme convertido en horno y unos zapatos apretados, para presenciar de pie más de dos o tres horas de actos protocolares, representaciones y bailes folklóricos, fue una experiencia inolvidable por lo terrible.
Al terminar el desfile, seis horas más tarde, nos soltaban y cada uno cogía su propio camino de regreso a casa. En el trayecto me dirigí a la plaza Bermúdez que estaba a medio camino y donde solía ir al parque infantil de columpios, toboganes, sillas colgantes para balancearse y ruedas donde montarse a dar vueltas, pero esta vez solo me senté en un banco y me quité los zapatos.

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Getulio Bastardo
Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
getuliobastardo@yahoo.com.mx

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