Gente que Cuenta

Sin anestesia, por Victorino Muñoz

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Gerard van Honthorst,
El dentista, 1622 (detalle)

El martirio comienza desde días antes. Sabes que la fecha del asunto está fijada y no hay escapatoria. Podría postergarse, pero cuando hurgas con la lengua en el interior de tu boca te das cuenta de que es inexorable.

No hay de otra. Hay que enfrentarlo, hay que sacar la bendita muela podrida y partida. Parece que fuera la ejecución de la sentencia. En efecto, ya nadie volverá a ver a la muela. Irá para donde tiene que ir.

Por cierto, cuando uno llega a adulto, ¿ya no se le puede enviar el diente al ratón Pérez a cambio de un dinerito, aunque sea un poquito? Tal vez ya no sea el ratoncito sino la rata Pérez, porque uno crece y los mitos deberían hacerlo con uno también. Digo.

Como decía, el padecimiento comienza desde días antes. Uno trata de hacerse el loco y olvidarlo. Pero de pronto alguien te lo recuerda: “…cuando yo me saqué las cordales…” Bingo. Otra vez a preocuparse y a cavilar en el asunto. Y dale que dale con la lengua al agujero.

Nunca falta el estoico que te dice, y que para darte valor: no, si en la antigüedad la gente se sacaba eso sin anestesia. Como si con eso te fuera a doler menos. Incluso, como si eso te quitara el derecho a sentir dolor o a tener miedo. No me embromes. Yo me asusto porque sí y porque quiero. Total, son mis muelas. Yo no te digo qué hacer con las tuyas.

Bueno, y llega el día. Uno cierra los ojos y zas. Siente que se le va a desprender un lado de la cara cuando el odontólogo hala.

– ¿No dolió, verdad?

Sádico. ¿Cómo creerá que le voy a responder, anestesiado por la inyección y aturdido por el sufrimiento? Yo sospecho que la gente que escoge esa profesión debe sentir un profundo odio por la humanidad. Quién sabe lo que le habrán hecho los abuelos cuando era un niño. No encuentro otra razón.

Y el sufrimiento es un contínuo en el espacio tiempo: antes, durante y después, aquí, allá, en la vigilia y en el sueño. Qué sueño, digo. Pesadillas.

En los días posteriores a la extracción uno debe comer papillas y cosas suaves, mientras observa en la mesa como los demás mastican de lo lindo. Cómo crujen esos panes. No lo había notado hasta ahora. Será porque antes yo también masticaba y ahora solo sorbo, como un lactante. Ya llegará mi momento. Hasta chicharrón voy a comer para desquitarme, lo juro.

Pero, mientras, aquí estoy, rumiando estas líneas, supurando el dolor, literalmente. Y pensando en que si hay algo peor, después de casarse, es sacarse una muela. Que se los digo yo, que ya llevo tres y tres.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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