– ¿Cuál es tu superpoder, Nana?
Es una pregunta que mi nieto Tomás me hace con frecuencia.
Yo siempre le respondo que mi superpoder es la imaginación, y en mi afán de tener con él conversaciones “intelectuales” a sus siete años, le cito aquella frase un poco trillada de Albert Einstein “La lógica te llevará de A a B, pero la imaginación te llevará a todas partes”.
Él me mira con escepticismo, pero algo queda.
Y hasta aquí “quedaría” esta anécdota si no fuese porque sonó el timbre de mi casa. El señor que venía a hacer unas reparaciones se presentó con un obsequio para mí, galletas de dátiles y nueces más una mermelada de mora, todo hecho por él.
Yo le agradecí demasiado tan amable gesto y cuando terminó su trabajo, me senté a degustar las Mamool, (así me dijo que se llamaban) con una taza de café.
No sé si sería el sabor de la amabilidad, la conversación sobre los superpoderes, o el hito de Atril, esta semana en su edición 150, que se detonó en mí una dulce reflexión.
Así, cursi y sin rodeos, creo que, no hay nada más valioso en la vida que dar algo de uno mismo.
Como no me aplico en la cocina, pues regalo muñecos tejidos, acuarelas “mamarrachas”, y ¿por qué no?, lo que nos regalamos mutuamente escritores y lectores cada semana: Atril.
Letras que nacen de la práctica cotidiana de prestar atención, pescar un instante de deleite, encontrar una piedra rara en esa caja de tesoros enterrada en los confines de la psique.
Agradezco ser parte de este “super-poderoso” equipo de Atril que me permite soñar y dar algo muy mío cada semana, sumado a un café dominical en la mejor compañía.
Cuando Tomás me pregunte de nuevo que cuál es mi superpoder, voy a cambiar mi respuesta por una más sencilla, pero no menos “intelectual”.
– Mi superpoder es “perseguir el aire con una red de atrapar mariposas”, como dijo James Barrie, autor de Peter Pan.
Él me ofrecerá el mejor de los regalos, su sonrisa escéptica, y un abrazo, tal vez…
¡Felicitaciones Atril!