Hace tan solo unos días, el 12 de enero, se cumplieron 48 años desde que la luminaria del misterio, la Dama del Imperio Británico, Agatha Christie, cerró el capítulo final de su propia historia. A la edad de 85 años, dejó tras de sí un legado literario que la erige como una de las maestras indiscutibles de la novela del crimen, dando vida a personajes inmortales como el meticuloso Hércules Poirot y la astuta Miss Marple. Con más de 66 novelas policíacas, 14 colecciones de relatos cortos y algunas obras de teatro, su contribución al género es innegable.
Trabajó como enfermera lo cual no solo le proporcionó un conocimiento práctico de la anatomía humana, sino que también la sumergió en los secretos de la toxicología, las sutilezas de las dosis mortales y los síntomas de envenenamientos meticulosamente planeados, reflejados con maestría en sus tramas intrigantes.
¿De dónde sacaba su inspiración? Ella misma lo dice: «Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar los platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida de categoría».
Sin embargo, nos dejó un misterio sin resolver…
El 3 de diciembre de 1926, tras una acalorada disputa con su esposo Archie Christie, quien buscaba el divorcio enamorado de una mujer más joven, Agatha abandonó su hogar, dejando atrás su automóvil hallado cerca de un lago. La sospecha inicial de suicidio o accidente desencadenó una búsqueda frenética que involucró incluso al creador de Sherlock Holmes, Sir Arthur Conan Doyle, quien utilizó uno de los guantes de Agatha en un intento desesperado de localizarla a través de una vidente.
Nada…
Once días de incertidumbre agitaron al Reino Unido hasta que, el 14 de diciembre, Agatha Christie fue hallada en un hotel, inscrita bajo un nombre falso y utilizando el apellido de la amante de su esposo. El misterio de esos días perdidos nunca fue desvelado, pues la autora nunca recordó los eventos ni habló de ellos. Se divorció de Archie en 1928 y contrajo matrimonio en 1930 con Sir Max Edgar Lucien Mallowan, un arqueólogo inglés especializado en la historia antigua de Medio Oriente. Como ella misma expresó con su característico ingenio, «Me casé con un arqueólogo porque, cuanto más vieja fuera, más me apreciaría».