Hace mucho tiempo, mientras leía un libro de ensayos de Andrés Mariño Palacio, sentí curiosidad por saber si el autor tenía algún tipo de afecto por los gatos.
Aquel libro representó una rara e interesante reliquia, un portento que insinuaba, desde mi punto de vista, cierto escepticismo: era difícil creer que hubiera sido escrito por un joven de veinte años. Cosas de genios, tal vez fue el Rimbaud venezolano y nadie lo advirtió, pero eso es otra historia que alguien versado en el tema nos contará más adelante…
En cuanto a la obra, tenía una característica especial: los textos detonaban con lucidez, sobre todo cuando se refería a ciertos aspectos de las obras de Urbaneja Achelpohl, Uslar Pietri, Pocaterra, Hesse, Gide, entre otros.
En medio de tanta sensibilidad intelectual hubo un instante cuando un apartado llamó mi atención: en una página envejecida tropecé con un escrito donde el autor formulaba una teoría de gatos. Las palabras exactas ya no las recuerdo, además, quien me prestó el libro -hace como tres décadas-, dudo que vuelva hacerlo, así que intentaré, con mi humilde prosa, formularla de nuevo:
Cuando los artistas se decepcionan del mundo, la mayoría se refugian en un gato.
Desde hace siglos, los gatos han despertado en los humanos muchos afectos y emociones.
El gato es típicamente femenino: blando, suave, flexible, engañoso; como una mujer.
Es gracioso, amoroso, simpático; como una mujer.
Es inteligente, paciente, sublime como ningún otro, de gran agilidad, una efigie única; como una mujer.
Amo a esos felinos, sobre todo cuando se mezclan con la noche mientras los observo con devoción desde algún rincón de la casa.
En la belleza de un gato reconozco fragmentos y fulgores de aquella mujer que tanto amé en la adolescencia y que jamás fue para mí.
Tal vez Mariño Palacio escribió algo más, pero lamentablemente mi memoria ya no da para tanto, de modo que lo anterior es todo lo que recuerdo sobre el asunto de los gatos.
En mi caso particular, y considerando el montón de años que llevo intentando ser un artista de las letras, creo que va siendo hora de refugiarme en uno de esos animales.
Será como tener una mujer.