Gente que Cuenta

El infierno son los otros – Luli Delgado

Captura de Tela 2022 02 24 às 16.31.01Guillermo Cabrera Infante en algún lado escribió algo así como que en las salas de cine se comprobaba que Sartre tenía razón cuando afirmaba que el infierno son los otros.

Traté de buscar exactamente la frase, pero no logré ubicarla en ninguno de los libros que tengo en mi biblioteca, ni tampoco en Internet, así que valga mi palabra por dos razones fundamentales: una, que estoy segura de que fue él quien lo dijo, y dos y más importante, porque yo soy incapaz de inventarme una genialidad de ese tamaño.

Una vez hecha la aclaratoria, volvamos a la frase de GCI: en el cine se comprueba que Sartre tenía razón, y yo analizando por qué la frase se plantó en mi memoria al punto de acordarme quien la escribió a pesar de olvidarme en dónde, de repente me doy cuenta de por qué soy una reclamona oficial de cualquier perturbación en las salas de cine: ruidos de envoltorios de chocolate, paquetes de cualquier tipo, cuchicheos, movimientos vecinos que agredan la quietud de mi butaca, en fin, cualquier cosa, por una única razón, mucho más allá de cualquier análisis de neurosis: me hacen estallar mi burbuja de fantasía, esa donde nada más tienen espacio mis sentidos y los 24 cuadros/segundo que desfilan frente a mis ojos.

El cine es cosa muy seria, y lo que para mí lo lleva a un plano superior sobre cualquier otro arte, es justamente su capacidad de robarte la atención como no lo lograba nadie desde las sesiones famosas del kínder a las que me refería en otro lado.

Ir al cine es un acto de entrega absoluta, de capitulación del mundo real, es un último momento voluntario de vigilia y propiedad mental. ¡Por eso es tan maravilloso!

Y entonces, en medio del trance, al de al lado se le ocurre abrir un paquete de galletas, generalmente envueltas en el plástico más chillón posible, o aparece la sempiterna novia bruta que pregunta que si entonces ése es el malo, o un chasquido ensordecedor se apodera de la sala, y es como si te halaran de sopetón y te sacaran de un estado hipnótico al que después resulta tan cuesta arriba volver a entrar.

Ahora que por razones de salud no hemos vuelto a pisar una sala, el señor de esta casa ya más o memos entendió la seña. Y, si se le ocurre preguntar o comentar algo, por lo menos queda el recurso de apretar pausa en el control remoto, poca cosa, porque igual ya le metió la aguja a la burbuja, sobre todo si le grita al bueno que se quite de ahí porque lo van a matar, o algo del género.

Conozco de gente que sufre del mismo mal en los conciertos, pero para su suerte está estrictamente prohibido comer o beber en la sala, y digo yo que, por lo abstracto de este arte, parecería que quien los frecuenta tiene un poco más claro el concepto de la burbuja. No sé, o a lo mejor es que no me molesta tanto…

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Luli Delgado es periodista venezolana, Master en Artes de Cine y  Video – por The American University, Washington, DC.
Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com

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