Mi amigo el Tarro habla más que un loro agarrado por el rabo. Cuando se arranca no hay quién lo detenga. Hace poco me enteré que en una visita al odontólogo le ocurrió un accidente. Resulta que al profesional de los molares se le fue la mano con la anestesia, de modo que más tarde, cuando salió de la consulta, en una de esas habladeras se mordió la lengua: cinco puntos de sutura. Ahora permanece en casa, de reposo y sin poder hablar. Pensé entonces que era el momento de darle un poco de su propio chocolate.
Esa tarde me aparecí en su casa y me arranqué:
—Oye mi drugo, ¿sabes algo?, La Naranja Mecánica, aquella película que tanto disfrutamos a comienzos de los setenta, hace poco cumplió cincuenta años, ¿qué te parece?, una maravilla, cómo olvidar al Alex De Large (Malcolm McDowell) junto a su pandilla, tomando leche en el bar Korova, y qué tal las mesas, ¿te acuerdas?, eran cuerpos de mujeres que sostenían una placa de vidrio; este man, ¿cómo se llamaba?, ah sí, Stanley Kubrick, era un bogo, una especie de bicho que le pateaba los yarboclos a cualquiera, era un genio, pero más genio era Anthony Burgess, ese sí que se fumaba una lumpia, o se dice lumbia, bah, qué importa, lo que sí importa es que este último fue quien parió el libro, literalmente, ¿será que su mujer le pegaba?, porque vaya que no las trata muy bien que digamos; y si hablamos de Stanley, ¿tú te imaginas que alguien quisiera hacer el refrito de esa película en estos tiempos, los movimientos por lo derechos, etc, etc, etc?, le caerían encima a cualquier director que tuviera tal atrevimiento, es más, tú recuerdas aquella vez en Caracas que un tipo quiso montar un bar similar al Korova, no duró ni siquiera un día, y aquello fue en los setenta, imagínate ahora; pero bueno, esos dos tipos nos dejaron una película para la posteridad, mucha violencia expresándose en libertad y toda la cosa, pero muy joroschó si te pones a ver, bla, bla, bla…
Y qué me dices de Malcolm McDowell, el tipo definitivamente es un sortudo, tremendo papel que le dieron, es que, a estas alturas, no ha podido quitárselo de encima; hace poco lo vi en la serie El Mentalista, vaya bodrio, y el papel que hace allí, de lo más desabrido, creo que eso no es más que una burla hacia Alex De Large, cómo se atreve, si al menos se hubiese presentado con aquel copete al estilo El puma José Luis Rodríguez, pero ni eso… Lo cierto es que ese man no logra encontrar su lugar en el universo; y bueno, ahora que lo pienso, debo preguntarte, ¿quién no se ha sentido como Alex De Large hacia el final de la película? Mi abuela solía decir que el remedio siempre es peor que la enfermedad, y yo le preguntaba, ¿siempre?, y ella me miraba de reojo y seguía hacia la cocina… Pero más allá de todo eso, la película dejó muchas cosas, sobre todo cómo no se debe hacer una película, aunque, para mí, es lo mejor de lo mejor, es más, tú sabes que he llegado a pensar que todos esos jokers que aparecen por allí, llámense Jack Nicholson, Heath Ledger, Jared Leto o Joaquín Phoenix, se lo deben a Alex De Large, eso te lo aseguro mi drugo querido…
Bla, bla, bla…
Bla, bla, bla…
De pronto el Tarro se levantó de su asiento, se llevó las manos a la cara, se apretó con fuerza y entonces dejó escapar un grito:
—Cállate, cállate, cállate…, que me duele la gullivera —alcancé a interpretar.
Glosario:
Drugo: amigo.
Bogo: dios.
Joroschó: bueno.
Gullivera: cabeza.
Yarboclos: partes bajas del sexo masculino cuyo dolor es extremo si se llegan a golpear.
Nota: En la película La Naranja Mecánica, Alex y sus amigos utilizan un lenguaje llamado nadsat, que es tomado del libro de Anthony Burgess. En dicho lenguaje la palabra “cabeza” se corresponde con la palabra “golová”, pero de todas las palabras usadas esa fue la única que no le gustó a Stanley Kubrick (director), quien la cambió por “gullivera”.