El pasillo parecía un túnel infinito. A través de los cristales la ciudad resistía el calor de la mañana. De este lado, el frío y la rabia usurpaban mis pensamientos: una vez más el gerente de Literatura Mondafiori me jugaba una broma.
El mes pasado, mientras bebíamos unos tragos, había jurado que la publicación de la novela era un hecho, pero una cosa es conversar en un bar y otra muy distinta es hacerlo en una corporación. La lección la aprendí justo al salir y cerrar la puerta de la oficina. La aventé con saña, incluso llegué a pensar que pudo desprenderse del marco. La escena, adornada de aquel estruendo, pareció no perturbar al hombre, de hecho, ni siquiera se inmutó.

Howard Finster, 1988
Luego de un rato, abandoné el pasillo y entonces arribé a una sala ataviada de varios sillones elegantemente acolchados. En uno de ellos advertí la presencia de una dama que sollozaba. Me acerqué y le ofrecí un pañuelo. La mujer me miró como buscando luces en mi rostro. ¿Se siente mal, puedo ayudarle?, le pregunté. Sí, por favor, pero, por lo que más quiera, sáqueme de aquí; dijo mientras me tomaba del brazo. Más adelante, frente a una taza de café, me reí en silencio, de algún modo quería manifestar el regocijo que sentía y que, a lo mejor, vendría acompañado de malas noticias para el hombre que me había negado la posibilidad de publicar mi novela con una editorial de renombre.
La mujer, de una juventud que aún palpitaba a gritos en aquel cuerpo, resultó ser la esposa del gerente.
En medio de la charla confesó que antes de que yo llegara lo había sorprendido con una de las secretarias. Por un momento imaginé la situación y entonces pensé que teníamos algo en común: el ingrato se había burlado de nosotros y por tanto merecía un castigo…
Semanas después supe que había sido despedido, tal vez porque el padre de su esposa era el jefe mayor del grupo editorial.
En cuanto a la mujer, hoy en día es soltera, mano derecha de su padre y mi novia, incluso hemos pensando seriamente en casarnos. Además, ella asegura que el mes entrante publicarán mi novela.
Ahora que lo pienso, me pregunto: ¿habrá algún lector interesado?
De cualquier modo, ya no tiene importancia.

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