Augusto estaba recién llegado a esa ciudad. Quería hacer nuevos amigos y aceptó la invitación a una cena donde le llamó la atención una piba de nombre María. Cuando ella se levantó de la mesa anunciando que bajaría a la calle a comprar cigarros, él se ofreció a acompañarla. Salvo algunos gestos y comentarios durante la cena, no sabía nada de ella, pero le gustaba. Sin embargo, y a pesar de la audacia de ofrecerse a acompañarla, Augusto se encontraba inseguro en esa etapa de su vida, así que fue sólo al regreso que María abrió la conversación indagando de donde venía él, como queriendo saber quién era. Sin más, cual poseído de un arrebato desesperado, él le tomó la mano y con su brazo extendido apuntando al cielo estrellado representó a su abuela como cuando ella lo llevaba de su mano a la calle en la noche para apuntarle orgullosa, “Mirá Augustito, el pasaje del Sputnik ruso”. Regresaron a la cena sin que Augusto supiera si María lo había entendido. Era más probable que la hubiera asustado. Después de todo ella sólo había bajado a la calle a comprar cigarros, no para conversar con un alienígena. Pero a la mañana siguiente la madre de Augusto lo llamó por teléfono desde el fin del mundo donde vivía, para decirle que su abuela había muerto la noche anterior. Aunque María no lo hubiera entendido, él supo que en aquel momento en que él le tomó de la mano, su abuela se había despedido de él.
Alfredo Behrens es PhD de la Universidad de Cambridge, y profesor de Liderazgo en las escuelas de negocios de la FIA en São Paulo.Algunos de sus libros están a disposición en Amazon