Hay una canción venezolana que dice “ los catorce borrachitos conocidos del lugar, que entre boches y palitos el domingo ven pasar”. En esta estrofa la canción se refiere al juego de bolas criollas y los sempiternos jugadores que acompañan su diversión con el consumo de licor.
Sin embargo lo que me interesa de la estrofa, y por la que la cito, es cuando dice “borrachitos conocidos”.
En nuestros pueblos todos se conocen y son amigos, el jefe civil, el cura, el médico, el barbero y por supuesto el amigo de todos, conocido por estar en todas las fiestas o cualquier sarao y pasarse de tragos.
En uno de esos pueblos había un personaje a quien le decían “Barquito virao”, porque siempre estaba a punto de hundirse. Caminaba de lado, no sé si por los efectos del licor o por defecto físico de nacimiento. Sin embargo, tenía sus normas éticas para consumir alcohol.
En ese pueblo, que para la época, (setenta años há), ya tenía aeropuerto, llegaba un avión de Taca a las 11 am. Entre otras cosas, además de los pasajeros, como es lógico y que no eran muchos, traía a diario los periódicos nacionales, pero lo que importa para este relato es que llegaba a las once de la mañana.
“Barquito virao” y su mejor amigo de tragos, tenían su regla particular para consumir. No tomaban licor temprano en la mañana, sino que no comenzaban a libar hasta que no escuchaban el ruido del avión al pasar por el poblado antes de aterrizar.
Es así que cuando uno de los dos quería iniciar el consumo de licor o comenzar a “echarse palos”, le preguntaba al otro o al resto de los contertulios ¿”ya pasó el avión”? o, si las ganas eran muchas, afirmaba con convicción “ ya pasó el avión”, aunque el aparato no se hubiera asomado todavía en el horizonte.
Desde esa época y hasta el sol de hoy, en el pueblo cuando alguien quiere iniciar la fiesta, o empezar a beber, pronuncia las palabras claves que todos conocen: ya pasó el avión, sin importar la hora.