Gente que Cuenta

Alfombra roja, por Carmen Concha-Nolte

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Pierre Bonnard,
Flores sobre alfombra roja, 1928

La alfombra roja ha cobrado protagonismo sin que nos demos cuenta. Su uso se remonta al personaje Agamenón (458 a. C.), a quien su esposa recibió con un sendero rojo. Pasados los siglos, se extendió una alfombra roja cerca al río para recibir a un presidente, para guiar a viajeros que descendían de un ferrocarril, para acoger a novios, celebridades en los hangares de aeropuertos, en premiaciones, en días festivos, en, en, en… La alfombra roja imprime realce, visibilidad.

Hemos escuchado mucho: «A mí me tienden una alfombra roja el 14 de febrero». ¿Cómo no?, nos alegramos por eso. Y qué hay de los días restantes. Sinceramente, muchas personas enrollan su alfombra roja, es decir, el agasajo, la fiesta, zalamerías y trato VIP –very important person– se diluyen por arte de magia.

Por añadidura, esta euforia de 24 horas, con alfombra incluida, huye al estrado de apatía. Los días se tornan lúgubres porque las palabras «amor», «honey», «sweetie» desaparecen del vocabulario cotidiano; y al hacerlo, la convivencia decae. Ya no somos la «cereza del pastel» vibrante que enciende el hogar, ese vino tinto que se degusta, esa sangre que corre y se acelera, o un carmesí provocativo en momentos claves. ¡Oh! No nos permitamos decaer. Que ese rojo o rosácea antipática del rostro no ocupe el lugar de nuestra particular alfombra roja.

¿Será que con la alfombra roja enrollada ya no estamos al rojo vivo?

Carmen Concha Nolte Atril press

Carmen Concha-Nolte es lingüista peruana, con estudios de maestría en Literatura. Estudió microficción en la Escuela de Escritores, Madrid. Sus textos se difunden en varias revistas. Ha sido incluida en dieciséis antologías. Ganó el Premio Péndola Dorada 2022. Vive en Washington. Charoparra16@hotmail.com
https://www.facebook.com/charito.concha

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