Me han recomendado que me haga un avatar para dar unos cursos en línea. En vez de ver mi cara, los alumnos verían un dibujo animado o una representación tridimensional dando la clase. Podría ser una muñeca que sea simpática (por lo menos más que yo) que agrade a diferentes públicos, porque la gente tiende a identificarse con la edad y el rostro de su generación y se debe salir de esa limitación. Además, parece que a los más jóvenes les gustan más los avatares, se sienten cómodos en ese mundo virtual. (Pokémon dixit)
Si me preguntan, lo estoy dudando, porque eso de tener una personalidad virtual, lo había visto solamente en series de televisión y en la computadora. Aunque me gusta la idea de la inteligencia artificial, me cuesta un poco aplicármela. Pero es una lucha entre mi inseguridad y mi curiosidad. Aunque fuera solo un experimento, es fascinante.
El avatar puede crearse con cualquier tono de voz y acento, puede hablar en otro idioma diferente al mío, las posibilidades son infinitas…
Y, por otro lado, hay que ver las vueltas que da el mundo del lenguaje. De significar un accidente, una vicisitud, un tropiezo en la vida, una película de ciencia ficción, la encarnación de un dios o una serie de animé, ahora avatar es una identidad, tu identidad en línea.
No dudo que con el tiempo cada quien pueda tener su colección de avatares, de experiencias conectadas con ellos y se abra un río nuevo de vivencias.
Por ahora, es solamente uno de los postigos abiertos hacia nuestro futuro.
es experta en el cultivo de huertos de hortalizas y flores.
lucygomezpontiluis@gmail.com