Gente que Cuenta

Con los pantalones bien puestos, por Victorino Muñoz

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John Blockley
Retrato de Amelia Bloomer, c.1850

Más que un hecho, fue producto de un largo proceso el que los hombres decidieran usar prendas parecidas al pantalón moderno, conformadas por dos piezas tubulares en las que se introducen las piernas por separado, a diferencia de las túnicas, faldas, batas, batolas, en las que las piernas están en el mismo espacio de tela.

Se sabe que hace más de cuatro mil años los nómadas del centro de Europa llevaban bombachos atados a la cintura. Y en la Edad Media, las armaduras y todas las prendas que se usaban para la guerra o para la caza (actividades por entonces predominantemente masculinas) tenían la forma antes descrita, por razones obvias de comodidad al andar a caballo. Pero los nobles no los usaban en situaciones formales.

La primera en querer adoptarlos como moda femenina fue Amelia Bloomer, quien diseñó una falda a la altura de la rodilla, que se usaría con unos pantalones más anchos debajo, un poco a la manera del traje tradicional turco.

Pero no fue sino hasta el siglo XX, durante el período entre guerras mundiales, cuando las primeras mujeres norteamericanas se pusieron pantalón, monos (que nosotros llamamos bragas o slacks) y otras prendas masculinas, para trabajar en fábricas, en sustitución de los hombres ausentes (en el frente de batalla).

Aunque estas pioneras al parecer no fueron muy bien vistas. En algunos sectores se creía que el pantalón debía ser una prenda exclusiva del varón, y que las mujeres solo lo usaban para ser como los hombres. A fines de disuadir de tal práctica, se adujeron razones de diverso tipo, descabelladas las más. Algunas tenían que ver con la higiene. Decían que los pantalones eran malos para la salud de la zona íntima, que si los usaban desarrollarían hongos.

Pero, con el tiempo la gente se fue acostumbrando, hasta el punto tal que hoy día, en el mundo occidental contemporáneo, y en el occidentalizado, es más común ver a las mujeres llevando pantalones, antes que faldas. De hecho, no entiendo por qué la imagen que indica baño de damas aún conserva el vestidito como el de Heidi. ¿Cómo debería ser? No sé, no me pregunten. No soy experto en señalética. Mi oficio solo es criticar.

Y entre los hombres es aún menos común el no usar pantalones; excepción hecha de los que ofician en la Iglesia católica y de los escoceses, para ocasiones especiales. Quizás en ese país la cosa es al revés y lo que se discute es quién lleva la falda en la casa. Vaya usted a saber.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de “Olímpicos e integrados”, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y “Página Roja”, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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