Lo que pasó aquella noche fue tan doloroso que ha quedado flotando todos estos años.
Los hechos son muy simples: durante diez minutos un aguacero descomunal lo ilumina todo con la luz blanca de sus relámpagos. Las centellas chispean el cielo que ese día luce más bajo y vigilante. El taconeo de las gotas acecha, como ametrallando todo.
Y en esos diez minutos va sucediendo todo tan rápido que el horror hubo de suceder después de que escampó. Algunos conservan en el alma el relincho de esa centella maldita, cuando la bebé de Carlota Maga...