Algunos indígenas del valle de Caracas no le tenían demasiado temor a la muerte, porque creían que al morir se convertirían en pájaros. Y pensaban esto porque observaban con mucha agudeza todo lo que hacía el Conoto negro.
El Conoto negro es un pájaro que construye unos nidos colgantes y largos que sólo podrían ser tejidos por manos de mujer. Los indios observaban al Conoto negro y lo veían igualito a una tía que se murió, a un primo, a un conocido. Bruno Manara, quien escribió e ilustró un delicioso libro titulado Aves del Ávila, señala que el Conoto negro debe su nombre científico a ese nido colgante que construye.
Toda cosa que vuele, eche raíz o se arrastre, tiene un nombre común y un nombre científico. El Conoto negro se llama, científicamente hablando, Psarocolius decumanus. ¿Por qué escogieron ese nombre? Porque Decumanus eran unos oficiales del lejano pasado europeo, que recogían los diezmos de las cosechas en sacos enormes.
Al menos en al Valle de Caracas, el Conoto negro se ha replegado hacia el Ávila, que es su isla y alguna escasa bandada fabrica sus nidos en el Parque del Este, pero cuando un Conoto negro se muere se convierte en un alma en pena, debido a que ya no tiene tantos árboles para vivir, como los que poseía en épocas anteriores. Y esa debe ser la explicación lógica para lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo.
Es evidente que el Conoto negro, al morirse, intenta regresar a la tierra convertido de nuevo en indígena. Pero no puede. No hay tribus inocentes y libres adonde retornar.
Cada vez hay más muchachas y muchachos silenciosos, caminando con moribunda lentitud todos los días, de aquí para allá, cargando sacos largos que van llenando de latas. El brillo de las latas los atrae poderosamente. La tribu de los recoge latas deambula recogiendo latas y reuniendo nuevos miembros. Cada uno se aferra con su bolsa a la cordura, pero algunos más tristes y pesarosos se van quedando pegados a la basura y abandonan el saco.
Tal vez se rinden arrepentidos de haber regresado como hombres porque ya no tienen el recurso de las alas. Ni siquiera tienen fuerza para retornar al Ávila. Y lo peor es que cuando un Conoto negro se convierte en recoge latas, al morir otra vez, viene y se lo comen los zamuros.