La lectura de El Matachín de Cantaura (*), me hizo recordar un nombre parecido, pero más trágico.
Al lado de la medicatura donde hice medicina rural, vivía un señor procedente de Trinidad, Pierre se llamaba. Le decían brujo y él afirmaba que tenía comunicación con los espíritus.
De 65 años, piel morena, de estatura baja y andar despacio y sigiloso, una calvicie bien pronunciada rodeada de canas enroscadas. Hablaba español, por supuesto con acento inglés; un día me invitó a su santuario en la casa donde vivía; me hizo entrar sin zapatos en una habitación alfombrada, con poca luz y cargada de imágenes, entre ellas muchas flores donde destacaba un ramo de rosas rojas sobre fondo negro, una foto grande del sistema solar y del horóscopo y otras cosas.
Me mostró una pequeña pirámide de cristal, la cual le servía para ver desde las enfermedades de las personas hasta su futuro. Me hizo ver a través de ella, no vi nada en particular, según él porque no estaba bien concentrado y relajado.
Por esos días había mucho movimiento en el pueblo, donde había llegado mucha gente de pueblos cercanos y ciudades más lejanas.
Los visitantes eran los familiares de un hombre que estaba muriendo y venían a su entierro y velorio.
Ese hombre había arribado al pueblo hacía mucho tiempo, recién casado con una adolescente. Nadie sabía su procedencia ni el origen de su fortuna. Al llegar montó un negocio grande y compró una hacienda de cacao. No era muy amigable.
Poco a poco se fue colando la información del hombre. Había sido contrabandista pero no sólo contrabandista de mercancía sino de hombres.
Estaba teniendo una agonía muy prolongada, la mayor parte del tiempo estaba somnoliento, por momentos se despertaba y se observaba temeroso y con deseos de hablar, pero estaba imposibilitado de hacerlo, se desesperaba y caía nuevamente en sopor.
Pierre me comentó, lo que le dijeron los espíritus acerca del hombre. Fue un individuo muy malo, por eso los espíritus no lo dejaban morir. Había hecho mucho mal y se lo estaban cobrando ahora. Sobre todo los chinos que bajo promesa de transportarlos de Trinidad a Venezuela de contrabando los lanzaba al agua en medio de la travesía, después de quitarles todas sus pertenencias. Por eso lo llamaban el Mata Chino.
(*) https://www.atril.press/el-matachin-de-cantaura-por-alejandro-moreno/