Gente que Cuenta

El hombre sin talento, por Felipe González Roa

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-El único talento que tengo en la vida es saber leer – dijo el profesor.

Los estudiantes, en silencio, escuchaban y veían a ese hombre que durante años les despertó admiración por su sabiduría y sagacidad. Precisamente él confesaba ser un hombre de muy pocos talentos.

– Solo sé leer. Es lo único que realmente aprendí. Sobre esa única habilidad he logrado construir todo lo que soy y, más importante aún, todo lo que sé – insistió.

“La lectura debe ser una de las formas de la felicidad”, comentó una vez el novelista argentino Jorge Luis Borges. Ya había advertido en 1979 contra lo que denominó “lectura obligatoria”.

“La lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, es algo buscado…Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo, aunque ese libro sea el Paraíso Perdido o el Quijote”. Luego precisó que ninguno de los dos le era tedioso… “Ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, un goce personal. Es el único modo de leer”,

¿Y hoy qué pasa que la gente no elige leer? ¿Dejó de ser una forma de buscar la felicidad?

En el 2010, en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura, el escritor peruano Mario Vargas Llosa también resaltó su amor por la lectura.

“…Recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís, contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas”

¿Dejaron de leer los niños? Sí, habrá algunos que todavía conservan esa pasión, pero ¿cuántos son? ¿Cuántos padres todavía prefieren regalar un libro?

Cada vez es más difícil encontrar personas con un libro en las manos. Solo basta con caminar por Caracas para notar la lenta pero constante desaparición de las librerías. Algunas, pocas, sobreviven, convertidas más bien en papelerías y jugueterías; otras intentando conservar al menos, la dignidad intacta. La crisis económica incide en ese derrumbe, ¿pero es la única razón?

Al día siguiente, el profesor llegó muy temprano. Mientras caminaba rumbo a su oficina, encontró a varios estudiantes totalmente entregados, embriagados, a las pantallas de sus teléfonos celulares.

Ni uno solo tenía un libro en sus manos, ninguno ojeaba tan siquiera hojas al azar. Pasaban el tedio de la espera antes de ir a clases, pero no deja de ser amargamente triste constatar cómo el amor a la lectura fallece.

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Felipe González Roa es periodista, con 17 años de experiencia en la cobertura de la fuente judicial y de derechos humanos. Escribió para periódicos como El Universal, Notitarde de Carabobo y El Tiempo de Puerto La Cruz. Es especialista en Opinión Pública y Comunicación Política, y actualmente es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila
Jfelipegr@gmail.com

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