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La tecnología permite a veces usos que nunca se habían imaginado. Hace casi una década, cuando Google Translate estaba en pañales, dos periodistas indios fueron a cubrir un torneo de ajedrez en Moscú. Una noche, uno de ellos sintió un dolor agudo en el estómago. El conserje llamó a una ambulancia. El médico solo hablaba ruso. Los intentos del segundo periodista de utilizar el lenguaje de signos eran cada vez más extraños. De repente, el médico le dijo que abriera su ordenador portátil. Entonces tecleó en ruso y pidió a Google que lo tradujera al inglés. Ahora, el idioma ya no era un problema.
Hoy, las voces se transcriben y traducen al instante. Así que la política de cuál es la lengua internacional dominante ya no es un problema. Tampoco lo es la alfabetización. Un carpintero analfabeto puede convencer a su cliente del diseño de un producto mediante imágenes y un mensaje de audio. La comunicación de audio en los teléfonos móviles a menudo trasciende las deficiencias de alfabetización. Así que esperemos que esta nueva Alejandría sobreviva.