Gente que Cuenta

Estética en tiempos de Zoom,
por Alfredo Behrens

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Pablo Picasso,
Dora Mar sentada, 1938

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      Al llegar a sus 50 años, María se dio cuenta de que la era de las videoconferencias había traído consigo un nuevo reto. Empezó a sentir como si sus sesiones de Zoom fueran un constante primer plano de sus líneas de expresión. No le gustaba. Primero decidió ocultar las arrugas con una cámara digital más antigua, en la que las arrugas no se vieran tan claramente. Pero con esta vieja cámara, María tenía el mismo aspecto que los demás participantes en las reuniones de Zoom.

Finalmente pensó que el Bótox sería su superhéroe antiarrugas. Acudió a un médico que la recibió como un hada, tanto que en su mano vio una varita mágica en lugar de una jeringuilla.

Ahora María estaba lista para sus reuniones virtuales como una nueva versión “zoomificada” de sí misma. Empezó a referirse al Bótox como su “actualización pandémica” y enviaba emojis sonrientes en lugar de respuestas en las conversaciones virtuales.

Pero el Botox no sólo alisó sus arrugas, también pasteurizó su expresión. Antes del Botox, una ceja estaba más alta que la otra. María ya no sabía qué ceja era, porque la cámara infernal invertía su imagen. Pero lo que estaba claro era que después del Botox no había diferencia entre el movimiento de las cejas. Cuando una se levantaba, también lo hacía la otra. María empezó a pensar que el Botox había transformado su expresión en la de un ciborg. Empezó a sentir que su cara parecía una de esas muñecas japonesas inflables con las que los japoneses hacen lo indecible.

Volvió a la clínica para que le quitaran el Botox. Pero en lugar del médico, la recibió una bruja con una aspiradora en lugar de una jeringuilla. Decidió que el efecto del Botox tardaría seis meses en desaparecer, según leyó en las instrucciones.

Alfredo Behrens Atril press
Alfredo Behrens es PhD por la Universidad de Cambridge, ha sido profesor de Liderazgo para grandes escuelas de negocios y publicó o fue premiado por las universidades de Harvard, Princeton y Stanford. Tiene cuatro hijas, y con su mujer Luli Delgado vive en Oporto, Portugal, desde 2018. Algunos de sus libros pueden ser comprados a través de Amazon.
alfredobehrens@gmail.com

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