Una tarde gris y lluviosa de un viernes, como casi todas las tardes merideñas de esa época, estaba sentado en la barra de una cafetería esperando el brebaje pedido, mirando hacia el infinito del espejo que tenía enfrente; absorto viendo nada y pensando menos y de pronto surge una voz que dice mi nombre. Volteo mi cabeza casi simultáneamente a ambos lados; al lado derecho no hay nadie y al izquierdo, un hombre distraídamente sentado moviendo el café con su cucharita. Está de espaldas a la puerta de entrada y cuando dirijo mi mirada hacia él lo consigo con la vista fija en la infusión a la que hace dar vueltas.
Prosigo mi examen y hago girar el taburete redondo y móvil donde estoy sentado y me pongo de frente abarcando con mi vista ahora lo que antes estaba a mis espaldas. No veo a nadie conocido. Entonces ¿quién pronunció mi nombre?
Las ilusiones o deformaciones del objeto percibido se producen a veces por desatención o inatención y las alucinaciones, que son la percepción sin objeto, se perciben en ausencia de ese objeto, esto sí es grave.
Estaba tan distraído mirando al espejo que tenía al frente, que alguien pronunció un nombre y lo percibí como el mío, “eso es una ilusión”, pensé, lo otro sería una alucinación y loco no estaba.
Volví a mi café que ya lo habían traído y en un momento que miré la taza y empecé el movimiento de la cucharita para diluir el azúcar, volví a escuchar mi nombre claro y nítido de una voz de hombre muy cerca. No hay duda, no estoy alucinando. Alguien ha pronunciado mi nombre.
Miro a mi compañero de barra y él, sin inmutarse, indiferente, seguía moviendo su cucharita dentro de la taza.
Estaba seguro de que había sido él el causante de mi “alucinación”.
Está de perfil, lo veo fijamente y le pregunto “¿Ud. ha dicho mi nombre?” Se voltea hacia mí y responde que sí, con un gesto burlón en su rostro.
“¿Ud. me conoce?”, le replico y responde “Sí”, ya sonriente.
“¿De dónde me conoce? ¿Quién es Ud.?” Insisto intrigado, y me aclara.
“Yo soy Julio Marcano, tu compañero de 4to grado en el Grupo Escolar Juan Freites de Cumaná”.
Inmediatamente se vino a mi mente la cara colorada y figura gordita de Julio y no sé por qué, pero lo asocié a una camisa de cuadros rojos.
Han pasado más de 20 años y por supuesto que 20 años sí es algo, y la gente cambia. Yo no lo hubiera recordado al verlo, por el contrario, él sí fue capaz de hacerlo.
Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
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