A Sashenka García, uno de cuyos tuits me inspiró estas líneas
Aunque aún no soy tan viejo, ya puedo usar la expresión en mis tiempos… En mis tiempos, tomábamos las fotos de los momentos verdaderamente importantes. Y es que por aquel asunto de los costos del revelado, tomar o no tomar una foto era una decisión que debía sopesarse.
De mi infancia conservo pocas imágenes. Creo que hay ocho o diez a lo sumo en el álbum familiar. Y no es que no me tomaran fotos por ser feo. De acuerdo, sí, soy feo. Pero no era esa la razón… creo. Bueno, le voy a preguntar a mi mamá. Aunque ya se sabe que las madres siempre ven a los hijos lindos, aunque sea yo el hijo en cuestión.
Volviendo al punto, los álbumes familiares también tenían unas pocas páginas. Y uno pasa solo un rato viéndolos. Pero no más. En comparación, el humano promedio actual tiene más de 5000 fotografías en su teléfono celular, sin contar las que grabamos en respaldo en la computadora o las que subimos a la nube.
Tomamos y tenemos fotos del gato (yo nada más tengo mil de mi gata), del perro, de la última ida a la playa, selfies (en algunas mujeres estas son más del 90% de las imágenes almacenadas), de lo que nos comimos ayer, de lo bonita que estaba la tarde…
De este modo, la gente pasa buena parte de su tiempo tomando fotos, la otra parte viéndolas y el resto del tiempo borrando las que piensan que nos les interesan o buscando alguna foto que creen que necesitan y que borraron por accidente o porque el equipo las borró solas.
Veía hace días a unos niños jugar en el parque donde paseo a mi perro (el mismo de las fotos) y los padres les decían a los niños que hicieran esto o lo otro para fotografiarlos. Los mandaban a subir varias veces al tobogán porque alguna imagen no había salido bien. Los niños ya estaban fastidiados y querían solo jugar. Claro, eran niños pequeños y no entendían de estas necesidades, manías o psicopatías.
La obsesión de tomar fotos es tal en nuestros tiempos que las mismas prácticamente han dejado de ser el medio y han pasado a ser el fin. Es decir, al parecer ya no tomamos las fotos cuando hacemos algo, sino que hacemos algo para poder tomar la foto y poder dar cuenta de nuestra existencia y nuestro andar en el mundo, como diciendo: mira, aquí estoy, aún vivo. Foto, luego existo.