Aloe Vera o Sábila, es una planta bastante corriente para el ojo tropical. La encuentras hasta en las islas de las avenidas, porque son perfectas para los jardineros municipales: no necesitan casi agua por ser suculentas, ocupan útilmente un espacio sin peligro de que las destrocen o se las lleven, porque las púas de sus hojas no permiten acercarse demasiado, y, cuando florece, sus largas espigas de todos los tonos del anaranjado brillan con eficacia.
Su omnipresencia en los países mediterráneos es más bien en las farmacias y en las tiendas de cosméticos, donde su jugo, cremas y tónicos se venden, dependiendo de su pureza y cantidad entre 10 y 50 dólares.
El jugo tiene efectos calmantes de los cólicos y la colitis, es laxante y previene inflamaciones, inclusive en las arterias, por lo que se la recomienda a quienes tienen tensión alta. La crema se usa como suavizante e hidratante.
Y esta maravilla la podemos cultivar en casa con bastante facilidad. Lo que no soporta son las heladas. Si viene alguna, se mete dentro de la casa.
Para empezar, encuentra un sitio soleado o luminoso, usa la misma mezcla de sustratos que para los cactus: una combinación de tierra y arena de río o de construcción a partes iguales, para que el agua de riego pase sin que la tierra se empape. En la base de la maceta coloca una capa de piedras, gravilla, carbón vegetal o anime para que drene bien
Se riega cada diez o doce días. Es preferible pecar por no regarla, que hacerlo en exceso, porque se pudre. Con frecuencia se encuentran plantas bebé en los viveros, aunque también se propaga sembrando los hijitos cuando tienen 20 cms de alto o solo una hoja, si tienes paciencia.
La palabra aloe viene del árabe y significa brillante y amarga. Sábila, también del árabe, traduce planta espinosa. Hay más de 525 especies en el mundo, porque aunque es originaria de África, Madagascar y Oriente, su sistema de polinización ha hecho que se multiplique al infinito, además de que sus hijitos pegan en los suelos más pobres. Es una referencia notoria en la Biblia, donde se la cita con frecuencia, porque se la usó hasta para ungir el cadáver de Jesús.
Corta las hojas que necesites, que se dejan boca abajo en un recipiente con agua para que suelten una sustancia amarillenta, llamada aloína, un látex tóxico. Luego, con un cuchillo se cortan los lados con espinas y también transversalmente para sacar el gel, que se enjuaga si se va a usar para jugo. Si es para la cara, simplemente te colocas una capa por todo el rostro entre 15 y 20 minutos y la retiras con agua tibia.