El vino, visto desde cierta distancia, suele dar la impresión de ser más espeso. Eso hace tal vez que uno beba más despacio, lo cual quizás no sea bueno, pero hace que rinda más. Arturo sabe, por experiencia, que toda copa de vino puede ser siempre la última.
Y no es que uno se la quiera dar de dramático, pero hay que tomar el vino con los ojos puestos en la necesidad de que el vino se puede acabar precisamente porque uno ya no esté.
Arturo vuelve a ver su copa desde más o menos lejos y piensa que en efecto se ve más espeso.