Gente que Cuenta

La niña del cundiamor, por Álvaro Ríos

Pierre Auguste Cot Springtime Le Printemps 1873
Pierre August Cot
La Primavera (detalle)
1873

A mí nadie me engaña.

Bueno, eso creo.

Entiendo que tal rasgo lo heredé de la abuela. En su caso era una tarea casi imposible. Hoy en día es difícil que alguien pueda engañarme, pero hace años, cuando era un adolescente, una niña —que quizá no lo era—, pudo hacerlo.

Todo comenzó cuando viajé con mi abuela de vacaciones a un pueblo del oriente del país. Siendo pasajeros de un Mercedes —porque, aunque ustedes no lo crean, aquel autobús era un Mercedes—, en medio de una molestia mi abuela me pidió que le sostuviera un libro, una edición de la obra de un escritor venezolano de origen oriental. Abrí el libro y entonces algo me llamó la atención:

—¿La niña del cundiamor? ¿Cundiamor con “i”? —pregunté.

—Así le dicen los orientales —dijo la abuela.

—Pero, Andrés Bello, ¿qué diría de eso?

—Pues nada, ¡está muerto!

Atónito por la respuesta, guardé silencio y seguí leyendo…

Ya en el pueblo, al día siguiente y en horas de la noche, mi primo Armando me invitó a una fiesta. Allí conocí a una niña que me dejó embobado. Bailamos toda la noche y entonces, por vez primera, inventé palabras…

—Ve mañana a mi casa. Armando sabe dónde es —dijo al despedirse.

Fuimos al día siguiente. Al arribar, pensé que el cuento que había leído en el bus de pronto se repetía: las vacaciones, la mañana ociosa, el conejo colgado esperando a ser desollado, los ciruelos, y finalmente ella, vestida de camisón azul cortito, acercándose desde las enredaderas de cundeamores. Luego de un rato me presentó a sus padres: una señora que batía mantequilla y un señor ya entrado en años que se dedicaba a la cacería. Algo en ellos me hizo ruido: pensé que ambos eran muy mayores para ser padres de una adolescente.

—Te espero en el río —me dijo al oído cuando me iba—, detrás del mangal, cuando el sol se esconda.

Y detrás del mangal, luego de nadar por varios minutos, la noche fue cómplice de un estallido de colores en el paraíso. Sin embargo, cuando acaricié su cabello, siguiendo una línea desde el cuello hasta un poco más arriba de sus orejas, sentí una especié de puntada, como una mansa cicatriz.

Hoy al recordarlo he concluido que aquella vez fui engañado.

Y por partida doble.

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Álvaro Ríos. Maracay, Estado Aragua, Venezuela, 1965. Vive actualmente en Barquisimeto, Estado Lara. Es Ingeniero Electricista, Profesor Universitario y Escritor de cuento, poesía y ensayo. Es autor de los libros Sendero de Sombras (poesía), Efimerario (brevedades), Dilemas en el aire (poesía) y Criaturas Mínimas (cuento). Ha sido colaborador de los diarios “El Impulso” y “Diario de Lara” en la ciudad de Barquisimeto. Algunos de sus cuentos han sido publicados en el portal “Letralia”.

alv_rios@yahoo.es

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