Quienes éramos unas infantes en los años 50 soñábamos con un juguete que se convertía en nuestro primer contacto con el mundo inmobiliario y nos iniciaba en el deseo de ser dueñas de nuestras viviendas. Me refiero a las casas de muñeca.
Tendría unos seis años cuando en Navidad me llevaron a Juguetelandia, en aquellos tiempos, la juguetería mejor surtida de Caracas, y me topé con la que yo quería. Mi madre, valiéndose de mi inocencia me conminó a que le escribiera una carta al Niño Jesús. El 25 tenía mi casa de dos pisos con porche y sus muebles.
Hago esta narración para referirme a la casa de muñecas más grande del mundo, que se encuentra en un museo, integra el patrimonio de la familia real inglesa y es noticia porque celebra su primer centenario. Su propietaria era la la reina María, esposa de Jorge V. Actualmente, la citada casa se expone en el castillo de Windsor y nada tiene que ver con las nuestras, que eran un remedo de las viviendas de la clase media norteamericana.
Estará expuesta al público hasta marzo de 2024 y es una verdadera maravilla, podría calificarse como una obra de arte. Cualquier niña de mi generación hubiese alucinado con ella porque sus bombillos prenden y apagan y los grifos funcionan cuando se abren. Fue diseñada y construida entre 1921 y 1924 como un regalo para la reina María al finalizar la Primera Guerra Mundial.
Por supuesto, nunca fue un juguete sino un alarde del trabajo de los artesanos del reino, cuyas manos lograron reproducir muebles, cortinas, vajillas y artefactos eléctricos que aun funcionan. Desde 1925 forma parte de las curiosidades y atractivos del castillo.
Esta casa, fiel exponente del estilo eduardiano, no podía ser hecha en serie y por ello se le encargó a un arquitecto cuyo legado va más allá de esta mini mansión. Su nombre es Edwin Lutyens, todo un clásico.
¿Y qué dijo la reina María cuando recibió su regalo? Pues lo calificó como “el más perfecto que cualquiera podría recibir”. Ella, la abuela de la fallecida Isabel II, valoraba el trabajo de cada artesano y la conservó con cariño. Gracias a ello hoy podemos disfrutar de la casa de muñecas más grande del mundo.