Hoy amanecí en modo limpieza, o por lo menos fue lo que mentalmente organicé que sería mi día. Solo que, al prender el teléfono, recibí un aviso de alerta de que mis contraseñas estaban filtradas y que la recomendación era que las cambiara inmediatamente.
La lista era de veintiséis lugares a los que tenía que entrar, buscar mi perfil, cambiar mis contraseñas. En fin, una manera expedita de perder el humor. Cada una, una piedra de Sísifo diferente. Primero encontrar mi perfil, después poner la contraseña actual para después cambiarla. Detalle: nunca son las que tienes guardadas. Entonces hay que avisar que se te olvidó para que te manden otra. Aquí de dos, una: o te mandan una contraseña sin la menor posibilidad de que la memorices, por ejemplo &hXe5rP2&, o recibes es un número de acceso temporal, que si no sales corriendo a ponerlo se borra y tienes que pedir otro. Un tejemaneje, hubiera dicho Lulucita.
Para la del WordPress, que es donde monto la página que ustedes leen cada domingo, le pedí misericordia a Angélica, la chica Webmaster, porque por mi cuenta corría el serio riesgo de trabarla y pedirle después ayuda al Espíritu Santo, creo que sería el caso.
A lo que voy es que, en vez del humilde plumero, el trapito y la aspiradora, me tocaron teclas y pantallas y palabras claves y números que tuve que empezar a anotar en mi cuadernito, porque mi cabeza no da para tanto.
Lo que más aterra de situaciones así, es que cuando te avisan que tus contraseñas están infiltradas, no terminas de entender ni cómo pasó, ni quién te está avisando, ni qué tan alto es el peligro que corres y menos qué tan rápido tienes que correr.
A mí me dan susto esas cosas, porque me recuerda aquel programa que decía con voz de ultratumba “En el universo no estamos solos”, y a mí me daba la impresión de se iba a colar el marciano en mi casa en cualquier momento. Digo el marciano, porque en la época en que esta frase me asustaba uno no iba más allá de los habitantes de Marte, de puro ignorantes que éramos.
En fin. No he hecho más que acordarme de aquel refrán de que “una ruta lleva el burro y otra el que lo arrea”. Yo que iba a limpiar mi casa y sin más me tuve que meter en este laberinto informático que tanto detesto.
A ver si alguien me explica por fin quién es el que nos está arreando y para dónde nos lleva…
Fue Directora Ejecutiva de la Fundación Andrés Mata de El Universal de Caracas, y Gerente del Centro de Documentación de TV Cultura de São Paulo. Es autora de varios libros y crónicas.
delgado.luli@gmail.com