En su mayoría, la gente prefiere expresar lo que siente respecto a un tema sin pensar demasiado en el asunto. No hay mucho interés en plantear interrogantes precisas y responderlas: sólo existe el impulso por exponer la visión particular de un modo temperamental. La necesidad de emitir una opinión por la satisfacción de emitirla. Como gritar un desespero.
La opinión es el recurso más vituperado, descalificado y detestado. Nadie soporta la opinión contraria. Por una opinión puedes morir, matar, perseguir o ser perseguido.
Nadie trata de mejorar su opinión, de tomar conciencia sobre el tema que se aborda. Hay opinadores tan desprovistos de conocimiento y de información comprobada que ni siquiera han salido del medioevo en materia de opinión, ni han pasado por el Renacimiento en materia de conciencia crítica.
"Hay opinadores tan desprovistos de conocimiento y de información comprobada que ni siquiera han salido del medioevo en materia de opinión, ni han pasado por el Renacimiento en materia de conciencia crítica."
La opinión contiene lo que la gente siente y cree. Y todavía hay personas creyendo que la tierra es plana. Quien no hace un esfuerzo para crecer intelectualmente y pensar por cuenta propia, sólo reflejará esas carencias. Pero los egos son tan ciegos como el amor y a cada quién le susurran interiormente “tu opinión es lo máximo, sigue creyendo en eso”.
La gente debería enriquecer sus opiniones, revisarlas y mejorarlas, aunque cada quién tiene el derecho de no cambiar, de mantenerse estancado y de reconocer solamente los hechos que se identifican con su modo de pensar. Así engorda la mediocridad.
Los Derechos Humanos podrían resolver la mayoría de los problemas, si la gente se apegara a sus designios. Los Derechos Humanos constituyen la esencia libertaria del hombre. Son los argumentos más justos asumidos para la defensa de la dignidad.
Todos tenemos dignidad. Sé que está dormitando en alguna parte de la mente, de la memoria o del espíritu. Los Derechos Humanos amparan a los criminales y a los asesinados, a los gobernantes y a los gobernados. A toda la gente. Hay que comenzar por ahí. Seguramente la historia cambiará cuando de común acuerdo los habitantes del planeta nos dediquemos a respetar esa bendita declaración que nos protege de nosotros mismos.
La humanidad ha tenido que digerir a Cristo, Buda, Mahoma, Aristóteles, Platón, Homero, Hesíodo, Alejandro Magno, Atila, Cleopatra, Napoleón, Colón, Bolívar, Marx; a la revolución francesa, la revolución bolchevique y la revolución industrial, a Hitler, a Hiroshima y Nagasaky, a Romeo y Julieta, a Shakespeare y a Dostoievski. La humanidad ha tenido que digerir crímenes y glorias, alturas y abismos, para destilar y esgrimir esos treinta artículos que son como una segunda madre.