Longevidad,
por Jeraige Reinoso

Conocer nuestros orígenes a través de historias y relatos, genera un contexto de lecciones, valores y tradiciones transmitidas a las generaciones futuras, preservando nuestra cultura y conocimiento colectivo.

Charles Darwin en 1859, en El origen de las especies presentó su teoría de la evolución mediante selección natural, que se convirtió en un hito en la biología y cambió nuestra comprensión del mundo natural. Darwin utilizó la metáfora del “árbol de la vida” para describir la diversificación de las especies a partir de un ancestro común. Sugirió que todas las formas de vida están conectadas por líneas de ascendencia, formando un sistema ramificado de parentesco evolutivo.

Propuso que las especies cambian con el tiempo, así los organismos con características favorables tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, transmitiendo esas características a la siguiente generación. También escribió que los cambios evolutivos ocurren de manera gradual a lo largo del tiempo geológico de manera constante y acumulativa.

Hoy día gracias a la neurociencia y la Epigenética queda expresado el valor evolutivo al gestionar un ambiente favorable para nuestras células. Derrotando al determinismo genético como responsable de las enfermedades, podemos activar o desactivar los genes heredados:  tus genes no definen tu destino, solo tienen la información necesaria para que con tu estilo de vida definan tu comportamiento. Si la genética es el abecedario, la epigenética es la ortografía.

Los dos grandes generadores de enfermedades son el miedo y el estrés, aquí comienzas a modificar el ambiente y tu estilo de vida.

Vive más y mejor con tres consejos diarios: dedica al menos 5-10 minutos al día a la meditación de atención plena, siéntate en silencio y concéntrate en tu respiración y en las sensaciones físicas de tu cuerpo. Ríete más: busca el humor en tu vida diaria, ya sea a través de programas de comedia, fotos, chistes o pasar tiempo con amigos divertidos. Inicia ahora: levanta las comisuras de la boca para formar una sonrisa y luego suelta una carcajada, repítelo cinco veces. Aunque parezca un poco forzada, con la práctica pronto puede convertirse en una risa espontánea. Limita el uso de redes sociales a dos horas al día y sé consciente de cómo te hacen sentir ciertas interacciones en línea.

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