Gente que Cuenta

Ludopatía,
por Getulio Bastardo

Karl Hofer Atril press
Karl Hofer,
Jugadores de cartas, 1924

En mi época de estudiante en Mérida, vivía cerca del parque “Glorias Patrias”. En una de las esquinas de la plaza se hacía el sorteo de la lotería de animalitos, a eso de las seis de la tarde; mucha gente se arremolinaba en la plaza a ver y escuchar el número (animal) ganador y después se desperdigaba cada uno reflejando en su cara el resultado del sorteo.

Una tarde pasé muy cercano al sitio, cuando ya se habían tirado los números, y alcancé a ver a la gente saliendo de la plaza. Una de esas personas era una señora de alrededor de sesenta años, quien venía del sitio con la frustración, el desencanto y la tristeza reflejada en su rostro y lenguaje corporal. Interpreté que había perdido más que la cantidad jugada. Era una imagen de necesidad no satisfecha y de esperanza perdida.

Una vez jubilado salimos de viaje mi esposa y yo con su hermana y su marido, ambos jugadores empedernidos por no decir ludópatas, y en cada ciudad que visitamos íbamos a un casino. Era tanta la afición que en el estado de Florida en los Estados Unidos, no permiten los juegos, pero había un barco casino el cual abordamos y navegamos hasta aguas internacionales para poder jugar.

En Perú, donde vivo ahora, la actividad de los casinos es libre y hay muchos. Cuando viví en Piura no visité ninguno y en Lima, en el distrito donde vivo y en los cercanos hay bastantes. El año pasado me visitaron mis cuñados y pidieron ser llevados a un casino. Fueron varias veces. Yo no fui.

El viernes pasado le dije a mi esposa: “hoy vamos a ir al casino” y previamente pasé por uno que está a pocas cuadras de donde vivo. Entré, no había ruleta, que es lo que juego cuando voy.

Pero lo que les quiero comentar fue lo que vi en ese salón de maquinitas. La mayoría de los asistentes eran personas mayores, mujeres y hombres, supongo que jubilados. Había uno que me llamó la atención. Era un anciano, con la cara cubierta con las manos, doblado su cuerpo sobre la máquina, inerte, acabado. Semejante a la imagen con la que inicié este relato. Me arrepentí de no tomarle una foto para ilustrarlo.

Todo lo que produzca placer (Dopamina) es susceptible de crear adicción y el jugador como cualquier adicto, anda en busca del placer dopaminérgico aunque lo niegue.

Primero niega la patología y después racionaliza y explica con falsas creencias y atribuciones erróneas su conducta, como creer tener el control del juego y tener más poder que el azar.

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Getulio Bastardo
Médico psiquiatra clínico, profesor universitario jubilado en Venezuela y activo en Perú, casado, con seis hijos y seis nietos. Soy un viejo feliz
getuliobastardo@yahoo.com.mx

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