Gente que Cuenta

Manual para ayudar, por Victorino Muñoz

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Gesto de ayuda, Autor desconocido, S. XVIII, XIX

Un hombre forcejea con un armario en la puerta de entrada de una casa. Otro que va pasando por ahí se acerca, presto, a auxiliar. Pero tras varios minutos, no hay forma de mover aquel armatoste.

El primer hombre, sudoroso, suelta en un suspiro:

– Nunca pensé que sería tan difícil meter este armario.

El improvisado ayudante exclama:

– ¿Cómo? ¿Meterlo? Yo pensaba que estaba tratando de sacarlo.

Pues, pensamos por acá, para cerrar la historia, que iba a ser difícil que funcionara el asunto, si uno halaba y otro empujaba; para adentro, para afuera; para atrás, para adelante. Cero avance.

Esto nos lleva a pensar que ayudar no siempre es fácil. A veces uno termina estorbando más. Sobre todo si se procede como el nada inteligente ayudante, actuando a tontas y locas, sin preguntar.

Claro, es que nadie ha escrito un manual sobre cómo ayudar a la gente; porque se piensa que con la buena intención basta. Pero, ya ven que no es así. Por lo tanto, vamos a aventurarnos a ser pioneros en la materia.

Podemos empezar, diciendo que lo primero que debemos asegurarnos es que la persona necesita ayuda. Hace un tiempo un amigo me decía que fuera a su oficina a trabajar, si no tenía Internet.

– Tengo Internet.

– Bueno, si se te va la luz.

– Tengo planta.

– Tú conviertes cada solución en un problema – me reprocha.

– Tú me ofreces soluciones para problemas que no tengo – le aclaro.

Pasemos al siguiente punto. En el supuesto de que la persona sí requiere o incluso solicita ayuda, le preguntamos de qué clase sería, qué necesitaría. De qué manera podemos colaborar. Escuchamos y actuamos.

Pero, la cosa no terminaría aquí, porque siempre hay un punto intermedio entre A y B: antes de comenzar a dar tal ayuda, hay que avisar. Un poco como hacen los paramédicos cuando le dicen al paciente que lo van a mover y hacia dónde.

Son tres sencillas lecciones. Parece que no es tan difícil. Volvamos a la historia.

– Señor, ¿necesita ayuda con el armario?

– Sí, por favor.

– ¿Va para afuera o para adentro?

– Para adentro.

– Ok. Va. A la cuenta de tres…

Listo. Logramos meter el armario. Hay avance, pero ya no hay chiste. Tal vez es lo bueno de equivocarse. No sé si haya otra forma de sonreír, si no es así: de nuestras propias tonterías.

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Victorino Muñoz
valenciano, autor de Olímpicos e integrados, ganador del Concurso de Narrativa Salvador Garmendia del año 2012 y Página Roja, publicado en la colección Orlando Araujo en el año 2017.
rvictorino27@hotmail.com
Twitter:@soyvictorinox
Foto Geczain Tovar

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