Gente que Cuenta

Marzo y abril en Caracas, por Manuel Pulido Azpúrua

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Calina en Caracas
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Son los meses más secos en la ciudad. Normalmente coinciden con la Semana Santa y con un calor considerable. Suelen venir también con el canto de chicharras distintas, unas que hacen un chirrido más agudo que el de aquellas que salen con la lluvia, y de las que hablé por este medio. Ese canto es el complemento ideal del calor y la sequedad del ambiente.

El horizonte de la ciudad se opaca con una nube indeterminada, o bien de calina, o polvo del Sáhara: recientemente la naturaleza no ha querido que dejemos de disfrutar otras latitudes y nos lo trae por delivery, directo desde África.

Pero hay además un fenómeno ambiental peculiar al cual le estamos agradecidos: Por las noches está refrescando bastante, algo que no sucedía antes, que yo recuerde. A lo mejor es parte del ambiente desértico importado. Al caer el sol, también las temperaturas caen. Me podrán decir que es culpa del calentamiento global, pero no sé.

Noticias recientes dicen que el clima en la ciudad va ser más caliente todavía. En esta época de exageraciones, yo no tengo mucho en qué creer. Desde que comprendí que los compact discs se dañaban con mucha más frecuencia que los discos de acetato, y al no ver llegar el tan anunciado Armagedón el 1 de enero de 2000, dejé de creer.

Por eso miré con cuidado la nota que anunciaba los calorones, pero ya comienzo a pensar que posiblemente esta vez sí que tenían razón, y las temperaturas seguirán subiendo. Habrá que ver.

Volviendo al paisaje, la vegetación se pone ocre, el monte disminuye su frondosidad hasta casi desaparecer, dejando todo preparado para incendios forestales, algo también muy común en la época. No existe Semana Santa sin calor, ni olor a yerba quemada.

La época tiene también su belleza. La sequía es aprovechada por muchos árboles, como los bucares, araguaneyes, apamates y enredaderas como las trinitarias, para florecer, por lo que todo se pinta con los colores de las flores: anaranjado, amarillo y rosado, entre otros.

Luego de la Semana Santa, la ciudad queda esperando las lluvias. Pronto comenzarán, si es que no hay un fenómeno ambiental que los retrase, llámese niño, niña, mamá o papá. A finales de abril y mayo llegan los chaparrones que terminan refrescando y limpiando el ambiente, además de permitir que las plantas reverdezcan.

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Manuel Pulido Azpúrua (Caracas, 1965) es Abogado por la Universidad Católica Andrés Bello y Máster en Administración de Empresas, Mención Finanzas, por la Universidad Metropolitana.
Se desempeña como consultor jurídico en empresas venezolanas.
Lector empedernido, mantiene en animación suspendida dos blogs “Gordon Blue” y “Wulebal”, además de tuitear con muy poca frecuencia como @noloven65.
Ha publicado textos en www.contexturas.org
noloven65@yahoo.com

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