A mí me parece que los mecánicos y los médicos han asumido que parte de su tarea consiste en regañarte por lo que hicieron quienes te atendieron anteriormente. Incluso te preguntan por qué los otros procedieron de esa manera. De verdad que ya a mí me cuesta bastante entender mis propios motivos, cómo será con los de los demás.
En fin, de los médicos hablaré mal en otro momento; de los mecánicos, aquí y ahora. Volviendo al tema de lo que estos asumen que es su tarea, la actividad pedagógica debe ser uno de sus pasatiempos. Buena parte del tiempo lo pierden explicándote que si la bobina tiene un tornillo que va para arriba y no para abajo, o qué sé yo.
La verdad que yo quiero que me arreglen el problema. Si quisiera un curso de mecánica popular me voy al INCES o a un sitio peor. Yo no consigo aprenderme todos esos nombres de los sensores VAT, MAP, OTAN, y cuáles son sus funciones, dónde están, cómo se colocan, etc. Ni falta que me hace. Si supiera todas esas cosas ellos no tendrían trabajo.
Lo que me he visto obligado a aprender, muy a mi pesar, es todo ese tema de la onomatopeyas. Ya saben, cuando uno les va a dar la explicación del ruidito que tiene el carro… Y es que el carro por regla general se antoja de no presentar la falla cuando llegamos al taller, haciéndonos quedar en ridículo. Entonces toca explicar, con nuestra total pobreza de vocabulario mecánico:
– El ruido que hacía era como un tac-tac-tac, del lado izquierdo, encima del maletero.
El mecánico te corrige nuevamente, porque él sí que sabe de estos temas:
– En el maletero no puede sonar tac-tac-tac, seguro que escuchaste fue un zui-zui-zui, porque allí no hay piezas que se tranquen.
Al final terminas hablando con puros rum-rum, igggh, chaaaas, plop.
De pronto todo cambia, cuando llega la hora de pedir la cuenta. Entonces el mecánico se pone serio, mira como hacia lo alto, invocando acaso al dios de los carburadores, y comienza la retahíla: tuvimos que cambiar esta pieza, pero como se había oxidado, hubo que taladrar los pernos… Luego hay una pausa. Mientras más larga la pausa, más costoso el servicio. Pero no hay pausas cortas. Por lo menos yo no las conozco.
La impresión que uno tiene cuando entra al taller es que los carros, con el capó levantado, son como unos caimanes con las fauces abiertas esperando que caiga una presa. Pero cuando sales te das cuenta de que los caimanes eran otros. Una vez hasta tuve que vender el carro para terminar de pagar la reparación. Cosas veredes.