
Jean Dubuffet
1948
Para ir hasta la casa de mi abuela tenía que subir un bruto repecho. Tan empinado era que tenía que bajarme de la bicicleta. Fue solo cuando comencé a viajar que me di cuenta de cuanto mi ciudad era plana. Fíjate que, en la ciudad entera, la montaña más alta tiene solo 80 metros de altura. Tan bajas es, que ni nombre creo que tenga. Todos la conocen por el Cerro. Además, el país todo tiene un clima templado, sin nada de particular, ni calores ni fríos insoportables. Llueve más o menos, inundaciones ha habido, pero sequías ningunas.
Te cuento esto porque una vez en Ginebra, en un encuentro de conterráneos, conocí a un tipo que se ganaba la vida como entrenador de esquí, en la nieve. O sea, el tipo venía de un país sin montañas ni nieve, pero se las había ingeniado para ganarse la vida de entrenador de esquí. No sé quién podría pagarle, menos aun de cuánto demorarían en entender que no sabía nada del asunto.
No sé quién podría pagarle, menos aun cuánto demorarían en entender que no sabía nada del asunto
Pero tal vez si sabía porque habría aprendido dándose maña. Como se la dio aquel otro que te juro que lo más alto que había montado en su vida era un pony en Villa Biarritz, el parque donde nos llevaban las mamás cuando no nos aguantaban más en casa. La bosta de los ponys era como de caballos, pero eran bien bajitos. Me impresionaba esa incongruencia. Pero volviendo al tipo que solo había montado ponys. Resulta que en las pirámides del Cairo se ganaba la vida paseando turistas en camellos. Bueno, sé que ni la falda del cerro sería comparación, pero si tienes vértigo no te subas a un camello.

Algunos de sus libros están a disposición en Amazon
ab@alfredobehrens.com