Son lugares llenos de vida, ruidosos, concurridos, yo diría que son el corazón de la ciudad.
No me refiero a las grandes cadenas de supermercados sino a esos otros más auténticos, como los mercados de granjeros, o farmer’s market, que uno encuentra aquí en Calgary.
A veces los visito, son lugares donde se consiguen flores, frutas y verduras frescas, pero yo voy directo a los postres, galletas y chocolates.
En mi ultima visita, sucedió algo curioso.
Un rincón brillante y colorido que nunca había visto atrajo mi atención.
Me acerqué con curiosidad.
Me paseé despacio por el local, leyendo las ofertas.
Protección y balance, pureza espiritual, claridad y lucidez.
Otras combinaciones más complejas.
Sensualidad, pasión, paz y ternura.
Equilibrio mental, apertura, comunicación.
Algunas prometían sanación para problemas digestivos o circulatorios.
No sabía por cuál decidirme, una muestra de cada una sería muy útil.
Quizás ya se imaginan de qué se trata.
Era un puesto donde vendían piedras junto a sus místicas propiedades.
Cuarzos, selenitas, lapislázuli, pirita.
Una sortija con una piedra verde en forma de gota, imperfecta, golpeada, cautivó mi atención y bueno, como mi cumpleaños es esta semana, decidí comprarla.
Me dijeron que se llamaba Seaglass.
Llegué a casa a googlear su significado. La primera opción que me salió fue el nombre de un vino, un Pinot Grigio.
Lo tomé como un buen augurio, pero un poco más abajo leí que esta piedra es un símbolo de renovación y sanación.
Es simplemente vidrio roto tallado por la fuerza del mar (con razón me vi reflejada en ella), un proceso que no puede ser copiado por ninguna herramienta humana.
Mientras escribo estas líneas miro mi sortija verde brillando en mi mano derecha y le pido, en mi cumpleaños, que me conceda sus propiedades y me mantenga sana y renovada.
Y de paso voy a probar ese vino Seaglass, a ver qué tal.
Doble regalo.