Desde las ventanas de cubierta, los pasajeros del Hinderburg observaban sonreídos a la enorme multitud que los esperaba, mientras se acercaban más y más al sitio donde amarrarían a la nave. Estas eran unas torres de acero con dispositivos construidos especialmente para que ésta “anclase” allí mientras los pasajeros desembarcaban. Eran las 7:15 de la noche y ya el dirigible estaba sobre las torres de acero, mientras la tripulación y el capitán vigilaban atentamente la maniobra de enganche. La emoción del público que presenciaba desde abajo era indescriptible, mientras las bandas tocaban aires marciales y toda la zona de Lakehurst adquiría un aire de feria.
A las 7:20, el Ingeniero W. Groves vio cómo lanzaban las amarras desde la proa, y en vista de que su misión era la de revisar las tuberías de cobre del dirigible, se alegró de ver que se encontraba directamente debajo de la nave cuyo enorme vientre plateado descendía majestuosamente hacia él. Groves dio algunas instrucciones a sus ayudantes y de nuevo miró hacia arriba.