Sin abejas no hay tomates, manzanas, naranjas, ni un largo etcétera. Los tomates y los cítricos no pueden florecer sin ellas.
El efecto cascada de su desaparición, afecta también a pájaros y ratones, pero los primeros en la lista de damnificados vamos a ser nosotros, porque que no estén más nos pega en el bolsillo y en la supervivencia. Quinientos setenta y siete mil millones de dólares se gastan anualmente en comida en todo el mundo, producida gracias a polinizadores como las de ellas. Las abejas fertilizan a tres de cada cuatro cultivos. La extinción afecta a casi la mitad de los insectos que polinizan, incluyendo a avispas y mariposas, y a dieciseis por ciento de los pájaros y murciélagos que hacen lo mismo.
En el caso de las abejas, se extinguen porque distintas enfermedades colapsan las colmenas. En Estados Unidos la cuarta parte ha desaparecido, porque en lo que se detecta la enfermedad hay que destruirlas y quemarlas, para que los insectos no infecten a otros. Cada día es más frecuente la polinización a mano y el alquiler de abejas.
Hace dos años se hizo público un estudio que comenzaron investigadores en la Universidad de Helsinki, que intentaban superar los problemas que trae vacunarlas, porque no crean anticuerpos como nosotros. Inventaron incorporar bacterias a la jalea real con que las obreras alimentan a las reinas. Después de pasar por el estómago, las bacterias llegan a los ovarios y luego a las larvas que alimenta la reina, que adquieren inmunidad a medida que eclosionan.
Esta semana ya está lista la primera vacuna en Estados Unidos, que proviene de esas investigaciones. Es un medallón de azúcar que se suspende en la colmena y que la reina consume entre una semana y siete días. Tiene una licencia condicional de uso y falta mucho: más vacunas para otras enfermedades, hacerlas accesibles a la mayoría de los agricultores, es un camino largo. Es verdad que hay otras causas de la extinción: la desaparición de hábitats, la mala nutrición y el cambio climático. Pero la vacuna es un símbolo de la persistencia y esfuerzo que sí se pueden dar desde diversos sectores por cambiar la inercia y la indiferencia que nos amenazan con un mundo decadente.