Cadenas en el corazón, por Victorino Muñoz

Hace algunos años, cuando estudiábamos en la universidad, entramos en contacto con un universo de textos y autores que no habíamos imaginado. Eran muchos nombres los que se barajaban y que para mí eran totalmente desconocidos. Y, entre tantos, en una ocasión me topé con un señor que se llamaba como yo, pero que tenía unos poemas que eran como un mazazo en el cráneo y sin anestesia. Se trataba de Rafael Cadenas, y de Derrota y Fracaso, respectivamente.

Confieso que nunca he sido un gran lector de poesía en términos extensivos, pero sí intensivos. Con esto quiero decir que no conozco demasiados, pero a los que he leído, los conozco a fondo, ya que cuando algo me apasiona, lo frecuento hasta que absorbo su esencia (o al menos eso creo). En una ocasión le escuché decir a Reynaldo Pérez Só que cuando uno traduce un poema, tal vez conoce más al autor que si hubiera leído su obra completa.

Yo digo algo casi parecido (valga la paráfrasis), pero con la memorización. O sea, si aprendemos de memoria el texto, es nuestro, tan nuestro como si fuéramos el autor. Nos apropiamos del poema y él de nosotros, o habla por nosotros. Es algo que me ha ocurrido con algunos, muy pocos: Vallejo, Gerbasi y también Cadenas. En un momento de mi vida tenía pegado el poema Fracaso en la puerta, como si fuera un póster. Y lo recitaba, a manera de una letanía.

Y tenía pegado el primer verso en mi cabeza. De hecho, cada vez que me ocurría alguna contrariedad, lo primero que me venía a la mente era: Todo cuanto he tomado por victoria es solo humo. Esto me recuerda un poco lo que decía Cortázar, creo que en La vuelta al día: La literatura es una empresa de conquista verbal de la realidad. Así, cuando vemos la realidad a través de la literatura, pensando en algo en términos de kafkiano o dantesco, esa conquista es un hecho.

Creo que esto es lo que ha ocurrido conmigo y con una generación de lectores en Venezuela, devotos, sí, devotos, de Cadenas. Con la noticia del premio Cervantes uno se da cuenta de que es un gran fervor el que este poeta despierta. Nuevamente, esto confirma lo que bien decía Borges con respecto a los clásicos: un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad. Así, pues, considero que, más allá de cualquier connotación que tenga el conferimiento de un premio como el Cervantes, con esto no se hace sino confirmarse lo que ya sabíamos: la poesía de Cadenas es un clásico vivo de nuestras letras, que vive en nuestros corazones.

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