Gente que Cuenta

Si no fuera por el mango – Francisco Olivares

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Walter Hood Fitch
Mango Tree – Mangifera indica, India
antes de 1870

En estos días de julio, cuando los árboles de mango de algunos países tropicales encienden en sus verdes ramas el tono rojizo de esta maravillosa fruta, me detuve a leer una pequeña crónica de la afamada “bloguera” cubana Yoani Sánchez, con el título que encabeza este escrito.

Comienza su relato recordando los horrores vividos en Cuba durante la crisis de los años 90, cuando se anunciaba como una posibilidad, pero, que no llegó a materializarse: la temida Opción Cero, en la que el país quedaría totalmente detenido por la falta de combustible, las familias serían reubicadas en campamentos y la olla colectiva se convertiría en el único suministrador de la poca comida que se llevarían a la boca.

Así que en su adolescencia, imaginaba Yoani un futuro de gente esquelética alrededor de una fogata donde solo hervía agua con algunas piltrafas, mientras los altavoces seguían transmitiendo los discursos del rozagante líder cubano y sus llamados al sacrificio ajeno. Un discurso muy similar al que pregonaba Hugo Chávez cuando decía “No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer”.

Al mirar la realidad actual, Yoani describe con crudeza su recorrido matutino por los mercados de La Habana en los que solo encontró estanterías vacías y caras largas de los clientes, que le regresaron a los recuerdos de su adolescencia; escenas que han regresado luego de un pequeño período de libertad económica que les dio un pequeño respiro a los deprimidos cubanos por un corto período. Y entonces exclama por el milagro que suele ir en auxilio de aquellos que ya se dan por perdidos: “al menos nos quedan los mangos”, le comentó un vecino a quien le compartió su inquietud. “Con la llegada de las lluvias los árboles están cargados de esa fruta a la que el castrismo no ha logrado destruir” le replicó el vecino. Pero ese milagro dura poco menos de dos meses y la milagrosa fruta vuelve a desaparecer hasta el próximo año.

No pude evitar sentir la similitud  de su historia con la tragedia venezolana. Nunca hubiese pensado que el mango también uniría a Cuba y a Venezuela en estos tiempos de hambruna, en la que a diferencia, las estanterías venezolanas sí están llenas de productos, pero solo una pequeña porción de la población tiene acceso a ellos con una cifra que indica que 97% se encuentra en pobreza.

Caracas especialmente es una ciudad poblada de árboles de mango. La basura no puede dejarse a la intemperie a la espera de ser recogidas por los inestables servicios del aseo urbano porque grupos de familias en pobreza crítica deambulan por las noches para hurgar en las bolsas de desecho y las rompen.

La llegada de las lluvias y con ellas la hermosa y jugosa fruta tropical, ha hecho aparecer a medianoche, grupos de familias cargados con gigantescas varas, palos y piedras para descargar la preciada fruta.

Las comunidades que vivimos bajo la sombra de estos gigantescos árboles, somos sorprendidos cada noche por este nuevo festín que ha traído la revolución bolivariana de contingentes que buscan tranquilizar el estómago con el almíbar amarillo que emana de esta fruta. “¡Lástima que solo dure dos meses!” dirán también estos desesperados habitantes del socialismo venezolano.

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Francisco Olivares

Periodista. Ha trabajado en diversos medios venezolanos dirigiendo equipos de investigación. Ha escrito varios libros que refieren al proceso sufrido por Venezuela estos 22 años como Afiuni: la presa del comandante; Los últimos días de Hugo Chávez, Las balas de abril y Las cuentas ocultas.

folivares10@gmail.com

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