Las chicharras son insectos que nos caen muy bien a mí y a mi gato viejo. A mí me recuerdan mi infancia, y a Oliver, porque cazarlas es de las pocas ocasiones que aún recupera su agilidad perdida.
Necesitan de las primeras lluvias, las que preludian la pseudoestación que llamamos invierno, para que sus larvas logren salir del suelo. Al hacerlo dejan un agujerito redondo a los pies de árboles muy tupidos que por lo ancho de su sombra no suelen permitir que la grama crezca debajo de ellos.
Las larvas de chicharra eclosionan hasta donde entiendo sólo de noche. Aunque me he encontrado con muchísimas chicharras adultas, apenas he visto una larva en mi vida: amarillentas, parecidas a un coco, que salen de debajo de la tierra y suben en los troncos de los árboles para seguir su metamorfosis. En ese streap tease insectil pueden pasar buena parte de la noche.
La piel desechada por la larva en su transformación queda en el tronco como una escultura de color ambarino
La piel desechada por la larva queda en el tronco como una escultura de color ambarino
que se separa y queda en nuestras palmas apenas se roza, tan ligera que el viento puede llevársela con facilidad. Parecen trajes que han quedado listos para volver a usarse, sólo que sus dueñas ya no podrán volver a hacerlo.
Ya adultas, las chicharras pareciera que tomaron mucho líquido en su estado anterior, porque si uno pasa por un árbol donde se encuentren, seguro que le cae encima alguna gota que los bichitos suelten. Por ello, si vamos mucho al baño nos pueden decir que nos parecemos a ellas.
Cuando salen y comienzan a cantar, las chicharras se convierten en los chamanes del mundo de los insectos: Con su canto se conectan en armonía con el universo y hacen que el verano pase plácidamente hasta la siguiente estación. También habrá quien nos riposte que su canto es para el apareamiento, pero dejémoslos.
Un animalito cuyo ciclo de vida es tan breve, (más aún cuando se le atraviesan a mi gato), merece un tratamiento más poético, aunque solamente hubiera cantado para fecundarse y volver a poner sus huevos en la tierra, reiniciando así su ciclo vital de estación en estación.
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