En las Américas y Europa nos aprestamos la mayoría a preparar múltiples y muy elaborados platos para celebrar la Navidad y despedir el año. Unos siguen la “tradición”, otros se aventuran en la preparación de platos novedosos con una constante general: la abundancia y la laboriosidad. Ejemplo de esa laboriosidad es la hallaca venezolana.
Pero qué tal si para cambiar un poco este fin del 2021 añadimos a la mesa de los festejos una preparación muy simple, que conocemos desde niños, que a la vez es versátil y puede servir de entremés, acompañante de casi todo, o de postre.
En las Américas, a la que llegó en el siglo XVIII desde España, recibe nombres diferentes. Torreja, torta frita, sopaipillas o picarones. Parece que el origen es árabe. Su preparación es casi siempre la misma. Harina (que puede ser de trigo o de arroz), agua, algo de sal y azúcar (que se pueden acentuar o moderar según el uso que se les quiera dar), y levadura con las que se hace una masa que se deja reposar para que crezca y que después de darle forma de tortitas, se fríe en abundante aceite. En varios de nuestros países la masa además de harina y levadura lleva zapallo o auyama cocida (sopaipilla), o se amasa con una infusión de canela en vez de agua como en México, o se les agrega grasa animal (torta frita) o se le espolvorea azúcar al final (torrejas).
Y, ¿en qué se asopa? En varios países se prepara un almíbar (que puede ser de papelón, chancaca o piloncillo), que se puede especiar, con anís por ejemplo, y en el que se sumerge la sopaipilla y se la pilla!
Felices Fiestas 2021.