Tristán Fonseca, fue marcado con su nombre pero no precisamente con el fuego amarilloso de la melancolía. Más bien al revés porque en Tristán habita la alegría sonora del que inconfesablemente vive para la risa.
Pero la historia de Tristán Fonseca va más allá de su alegría tímida pero luminosa. Se requerirían muchos días para hablar de él. Pero hoy solo se dirá que Tristán va caminando por una calle riéndose con unas trinitarias rojizas que lo han sacudido.